[estela colectiva de un memorial en los jardines de abetos] / Rocío Cerón

 

lanza:

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cápsula tiempo///cápsula mundo///cápsula psicó-neurótica-sensual

(mandril, al animal morderle la cola, el interior del intestino)

Desaparezcamos las mierdas de perro en las calles. Capaz el aire se
conmueve.

Mil novecientos setenta y cuatro mil doscientos segundos. La nave. La nota psicotrópica de una noche. Golpe. Golpe.

Sampler.

 

 

Se desconoce la sombra de un usuario portentoso de twitter. Casi cinco mil seguidores equivocados. Eso. Lo dijo ya a la masa de electropunks el sacerdote de cobertizos.

[Reflejos. Simulaciones. La estela piscotrópica deja una generación de alucinados.]

Camuflaje.

Acordes destrozando neuronas: «Muerte a Bonnie y su turn around bright eyes»

Calcinada la última neurona.

En una sola ocasión, la línea. Se descubría en el vuelo, en las hormigas, en su paso, incansable.

Una voz relacional —colectivo, comunidad, voz del pueblo, según— enunció primer palabra (hablen fuerte): primer palabra de la especie:

m  a   m  á

el mundo se descubría (pieza tentacular, candado a tierra).

El despertador suena, boca voraz de continente amazónico estrujando, donde el relato masculla: ¿frío en la ribera? ¿costa transiberiana en vuelo bajo?

Sones y líneas, a destierro. Energía que oscila entre magnetismo animal y voces de ultratumba.

Seguir la corriente de energía que hay entre los puntos; un elefante; una vez en América hubo creyentes. Adoradores de Xipe Totec. Gema.

¿Preciosa?

Semi. Como los amigos que abandonan en la fiesta al amigo recostado en un sillón. Semipreciosos: los calcetines de un ex amante sobre la cama la última noche que pasó contigo, la edición pirata de Primero sueño con erratas, la piel del más reciente de los cuerpos, la camiseta firmada por Depeche mode.

¿Qué es precioso, qué semi?

Black celebration; dibujos entrelazan códigos: vida comenzada cuarenta y tres años atrás.

 

 

Canciones develan el signo zodiacal.

Signos musicales (pezón erguido) que dicen no eres ya esa joven que podía usar psicotrópicos toda la noche.

¿Cuántos dibujos has hecho de tu vida hasta este preciso instante, hasta este instante mismísimo? 3.12678.000

Poema, líneas suspendidas en lenguaje tentacular, simulacro de vida detenida.

Palabra acantilado.

Imagen que se detiene en sonoridad interrumpida por exclamación, punto donde algo se revela: enunciación donde radica la verdadera trama del estallido: entre las cenizas del cigarrillo ya tamborilean los dedos.

¿Quién aquí es revolucionario? La apatía es la pobreza de la imaginación.

Línea recta sobre orangután. Línea ondulada. Levanta la mano, el dedo, el ensayo para dejar que la libertad deje de ser palabra manoseada y regrese a trasvasarse entre los muros de una habitación de paso.

El mundo no es sólo política, y lo es a la vez, como el poema.

Eleonora ama a las aves.

 

Eleonora ama los continentes que se desprenden de otros continentes.

Sobre cada trazo áurico hay un recuerdo que trae terrazas interiores: inferir que el tiempo se desteje como la cabellera de la mujer que desnuda su cuerpo ante un tatuaje.

¿Quién tiene en esta ciudad una terraza que dé hacia el infinito de la pata de una hormiga?

Por favor, señores técnicos: apaguen la luz del centro.

Aparición. Un ruido despertó a ambos hermanos.

Espectros, carraspeo de Patti Smith con escupitajo incluido, versos de Rilke: una voz habla todas las mañanas en el jardín de los abetos.

La voz del barrio, de los seres donde las espaldas se cubren de musgo y ladrillos. Aparición. —A los acantilados ascender desde la memoria, al barrio amansarlo en sangre; cuneta desde donde se observa el vuelo del auto: Brindisi en la mira; miles de estrellas y pasto búfalo corren por las venas; aleja el veneno de tus muslos, drena de cavidades humores abisales.

Líneas bajan, líneas suben. 

Lindos platillos voladores dan la bienvenida.

Psicotrópicos.

Ayahuasca.

¿Viste luces? ¿Sentiste la corteza del árbol? ¿Sentiste el poder del ave viva en ti? ¿Vomitaste, cierto? ¿Por horas, cierto? Pero ese halo de magia persiste. Persiste. Aprieta los párpados.

Opiáceos.

Hidrocodeína con acetaminofén.

Galones de palabras llenas de ardores y heridas. Marina Abramovic. Guillermo Gómez Peña. Melquíades Herrera. O la lengua de tu madre. Desde la lengua de tu madre hablas.

Decir la primera palabra, la que marca para la vida.

Cada uno tiene una palabra que lo delimita. O lo acrecienta. O lo incita a lanzarse.

Abismo.

Los gestos, su voz también. Las líneas de las corvas, sí, las que están detrás de las rodillas, cuentan los minutos de existencia. Estrías.

Una tonada, fraseo.

¿Cuándo fuiste a la ópera?

Corre en despoblado. Nunca sabrá quién es. La amazonia, el desierto de Sonora, las flores del continente, violetas
eran.

Eran, de manera sutil, un calado, una zanja entre lo que había en ese dosel transiberiano, lleno de verdor (el hielo había fingido huida):

La voz, tramado. Esbozo recto sobre trazo ovalado.

Amor.

 

Sobre el cuerpo de Juan, el cuerpo de José, sobre el cuerpo de José el cuerpo de Ana, sobre el cuerpo de Ana, el de Tomás, sobre el de Tomás, el mío, el tuyo, el de ella. Masa acuífera. Ballenas acardenchadas, desapareciendo.

Balanceo. Distrofia. Simulación a la hora décima de la noche:

(((olores)))

Ocres, amargos, ancestrales: la cal de la fosa común donde yace tu padre, la comisura de los labios del hombre tatuado, el olor de los pies de quien ha marchado miles de metros, millones de centímetros cúbicos para vencer una idea obsoleta.

Huele la piel del compañero de tren. Demarca. Huele y demarca. Cuestiona. Absorbe. Demarca. Absorbe. El flujo. Es difícil. Pero cuando se avanza se hace en colectivo. En colectivo. Observa. Huele. No más simulación de olores: te amo porque hueles al paraíso de los años.

LEVÁNTATE: HABLA.

&                &                  &                  &                   &

 

Sobre la gramática, los cuerpos. En las palabras los cuerpos. Orgía verbal. Orgía de corvas. Toca a tu vecino. Tócale el hombro, el brazo, el pecho, el dedo meñique. Tócalo. Dibuja en su piel el espacio que tú pienses, el espacio más libre. Más explosivo. Más sexual. Más sincero.

Líneas desdobladas, líneas que caen.

Respiración.

¿Cuántas horas puedes mirarte a los ojos en el espejo y no perder contacto?

Colectividad feroz. Colectividad voraz.

Improvisación. Reticulares bajan sobre cada hombro; notas, selección sonora, el noveno compás avanza como latido por cada una de las uñas, recorre el estómago, el intestino grueso, invade la piel:

¿escuchas el lejano canto de la hidrocodeína?

Anticipo, todo pasará. Hemos sido felices por breves segundos. Aunque el mundo sea extraño.

En el oído, penúltima frase:

Voz en la inmensidad del silencio. En la inmensidad de tu voz el silencio. El silencio en tu voz. En tu voz, la inmensidad. En tu voz. En su voz. En cada voz. En la inmensidad. En cada voz. En silencio.

En.

«¿Te grabo música?», preguntó él. «Todo Fluxus» dije, «todo Fluxus».

 

Cantata.

 

 

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