Preparatoria 9 / 2013 B
Entré a la cabaña. Me sentía furioso por las injusticias de esta sociedad. El maltrato hacia los débiles y los animales me hacían rabiar. Entonces decidí ir a quejarme directamente con el Rey, pero al salir de la cabaña me di cuenta que no estaba Paco, mi caballo. Lo primero que pensé fue que se lo habían robado, ya que lo había dejado bien amarrado. Entonces fui al camino a buscarlo, le grité: ¡Paco! ¡Paco! Él era muy obediente. Al no tener rastro de él, emprendí el viaje para buscarlo. Fue entonces que descubrí que otros animales lo estaban dañando, sí, me refiero a los guardias del rey. Al ver eso me dio mucho coraje, me acerqué sigilosamente fingiendo una posible charla, luego desenvainé la espada y degollé a uno de ellos. No les quedó otra opción, me tomaron preso y me llevaron directamente al calabozo.
Al llegar, todo era tan diferente, las celdas eran cuartos de cuatro paredes acolchonadas, los guardias solían usar batas blancas, las armas con las que se defendían eran una dagas con agujas que introducían una dosis de veneno. El postre de cada alimento eran cápsulas comestibles. Qué bien me siento en esta prisión…