Sólo arriesgando la vida
se alcanza la libertad.
Hegel
Desde el Usumacinta de las venas
una parte del ser es agua.
El templo atravesado
por un estero hermoso de Xeloda.
Doblo en silencio
el lado oscuro de mis camisas sin planchar
y espero bajo el árbol de la noche
los primeros brotes del sol.
Dios, una pelotita de golf, un par de monjas y yo
Dios, una pelotita de golf
entre Monte Hígado y Jardín de las Entrañas.
Yo, tu conejillo de Indias, soy tierra
no fuego como tus ángeles temibles
ni agua como la alquimia de tus peces.
Enseñas primeras letras en un papiro hirviente
y yo, cegado por el oro de tu trigo,
bailo al ritmo de un tambor
mientras una lanzadora de agujas
hace blanco en mi espalda los 360 días de la semana.
Bebí sangre de tortuga, veneno de escorpión azul,
aceite de hígado de tiburón.
La Señorita Quimio me bailó en el tubo
y me arrojó como sombra sin cabeza al pabellón de los sufrientes.
Dos monjas tocan diariamente a mi puerta,
astro magnánimo, árbol de los desiertos, noche luminosa.
Si mañana llora el cielo o arde el sol
será que recibiste mi fraseo inoportuno.
Sigo nadando. En la otra orilla firmo tu libro de visitas.
Sol del pesimista
(Escrito en la hoja en blanco de un libro de Óscar Hahn)
Pez y mismo.
El mundo contagiado de esa música.
Hoy despierta mi hijo con manchas azules en la piel
y arroja dardos con veneno
a la Iglesia, al policía del barrio
a sus compañeros del colegio
a los padres de sus compañeros del colegio
a los maestros de los padres de sus compañeros del colegio
a Sócrates, que duerme
en vez de ahuyentar a las palomas;
al gato que duerme junto al perro
a Santaclaus, a los Reyes Magos
porque olvidaron un elefante afuera de la casa
cuando cumplió seis años;
a Caperucita por no escapar del cuento
a Borges por excluir de los dones la vida eterna
a Bob Dylan por no callarse a tiempo
a Maradona por querer ser Dios
a Dios por burlar a Maradona
a la Indeseable en el tablero de la muerte
a los tigres por saltar aros de fuego
a cambio de un pedazo de pan
a Cioran al Papa a Obama.
A mi hijo mayor le queda un dardo.
¿Disparará al espejo
o al que arroja saetas de optimismo?
Sale de la pecera de un mar cierto
donde lo esperan peces bendecidos por Dios.
Su agenda
antes de alcanzar los traicioneros 20:
derrumbar la estatua de Rimbaud
que ríe desde la selva de su cuarto,
trazar un puente de aire y partituras,
pájaros y silencios
de Utopía a Nunca Más.
Embarcación y tribu esperan en el próximo viaje.