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Abrasa y arroja, la vida
la real tirana.
Ella es entonces
la obligación, ese mandato
que decimos
que resistimos
impuesto caro
milagro que yugamos
y vemos titilar
como un corazoncito emplumado
que tiembla y cede
a la muerte
pregunta y amenaza de zozobra
que acecha
todos los días
y es siempre la misma:
después de tanto esfuerzo
tantas lágrimas
tanta renuncia
será que lo construido
no es
habitable.