porque las ratas pusieron en el desagüe sus nidos
las hojas taparon las canaletas. Encontramos manchas de humedad con figuras
abrumadoramente imprecisas.
Talaron el árbol, pusimos piedras
sobre el tronco guillotinado.
Yo lloraba en un estúpido charquito de barro.
Había un gato negro acurrucado en la puerta
y cuando abrí entró, dijiste.
Se va a llamar Michael Jackson
y no va a entrar en la habitación, acordamos.
Compraste alimento en el quiosco
le serviste agua en una maceta que olvidó
el inquilino anterior.
Cuando llegué, el gato estaba entre las piedras
que detenían el avance trunco del árbol.
Era un minúsculo pompón desgreñado.
Saqué las piedras, una por una. Tuve miedo
de que estuviese muerto.
El gato no se movió hasta que giró la cabeza muy despacio
y me clavó sus ojos amarillos.
Uno de ellos estaba hundido por la presión de las espinas.
Era más bien horrible. Estaba aterrado
pero sostenía la mirada, algo que muchas de las personas que conozco
ya no pueden hacer. Escapó hacia el lavadero.
Le dejé una bufanda de lana por cuna, le dije que todo iba a estar bien.
En una lata vacía mezclé polvo blanco y agua de la canilla.
Ahora eso es leche que espera por la confianza de nuestro gato,
por un día en el que no haya nada de qué escaparse.
Por la mañana encontramos que algo había comido.
Pero ya no estaba ahí.
Yo estoy en el poema, ahora, preguntándome
si existió o no ese animal oscuro entre nosotros.
Yo estoy en el poema, ahora,
cambiando los tiempos verbales a pasado.
There is a crack, a crack in everything
That’s how the light gets in
Leonard Cohen
Hoy temprano
la manijita del botiquín del baño falseó su tuerca
y cuando abrí para buscar el secador de pelo
se salió del todo.
Me quedaron rayitas de metal en la mano, se zafó
se erosionó, se terminó
su vida útil. Y todo así. Todas las cositas se autodestruyen
quieren pertenecer al polvo.
Ahora mismo, por ejemplo, se me están pasando los fideos. Pero sé
que son
los fideos o el poema.
También sé
no me engaño
que los fideos se me están pasando.