El poemario Trevas. Canción del navegante de sí mismo, de Mijail Lamas, manifiesta una imbricada complejidad sostenida, principalmente y de acuerdo a una posibilidad de lectura entre varias, en la confluencia —una reunión de dos o más aguas o vertientes— proveniente de distintos instantes y lugares poéticos. Tres son las principales confluencias que atraviesan el poemario:
Confluencia primera, confluencia formal
El poemario dialoga con un variado repertorio formal, el cual oscila entre determinadas formas clásicas y la recuperación y combinación de las mismas. Se presentan textos que van de la cantiga al soneto, reformulación de alejandrinos con hemistiquios perfectos, endecasílabos de marcada acentuación; los poemas que conforman Trevas devienen múltiples posibilidades formales que recuperan una tradición para dar verosimilitud a la voz enunciativa; aunque, en contraparte, también son la escisión de la forma mediante la forma misma: el agua nueva del río que es semejante a la del viejo mar, pero que es dulce y distinta y melódica.
Paralelamente, son otras las aguas que también confluyen; aguas probablemente de ciénegas distantes: una carta de Cesário Verde, un poemario de Mario de Sá Carneiro, son formas de recuperar una versión panóptica para completar la noción de finitud de la obra: una recuperación intertextual para generar un pacto ficticio y cierta noción de realidad. Aguas estancadas y distantes que acrecientan la magnitud marítima de Trevas.
Esta variación formal, a más de reconocer el conocimiento y la conciencia creativa del poeta y enriquecer el abanico posible de la configuración de cada texto, permite la generación de un movimiento oscilatorio en dos momentos. Un primer momento de la oscilación misma de cada verso: su situación natural de desvío de la cadena rítmica del habla en el nivel plástico-fónico del lenguaje. Pero, en un segundo momento más complejo —la oscilación rítmica también a nivel del poemario como un todo—, cada poema genera alturas y depresiones en la escala sonora afectando al poemario mismo y reflejando la complejidad de «armado» de este libro; el pensamiento de cada ola en la vida de Cesário Verde como un instante de oscilación pero también entendiéndola como una parte de la vasta marea que lo azota.
Confluencia segunda, confluencia significativa
Así como a nivel formal podemos notar algunos puntos de encuentro, en relación con el nivel significativo se mantiene una lectura semejante. Cuatro son los principales cauces que podemos encontrar en Trevas: lo marítimo, el silencio, la enfermedad y Ella o la mujer amada.
En torno al mar el poeta versa:
Y el mar enorme ruge y me amedrenta,
pues nunca es conquistado por completo,
pues nunca se resigna;
vigila y no descansa en su rencor.
Puedo sentir su pulso
mientras me estoy quebrando por el pecho.
Por su parte, el silencio es retratado a manera de la pérdida de la voz:
Un estertor de flemas
hace eco en mi garganta
y en lugar de mi voz
sólo queda un silbido
Y enfermedad en Trevas, se mantiene en una estrecha relación con la fiebre:
La fiebre entre las sombras
va torciendo mi cuerpo,
ya su densa marea
va enfangando mis brazos
Por último, Ella —el ser amado— se materializa con versos como:
Al borde del otoño ella fue la mañana
y me tendía su cuerpo
su oscura piel
su sombra
sus manos que palparon toda mi oscuridad.
Pero estos cauces de significado no sólo se presentan de manera latente y aislada en el poemario, sino que encuentran vida al confluir entre ellos tejiendo una red náutica por la cual navega Cesário Verde y todo aquel que retoma sus palabras.
Así, el mar es también el reducto de enfermedad —la inmensa soledad que se empieza a tragar a la voz que enuncia— y en ese devoramiento el silencio empieza a colmar las aguas: en la mar y en la enfermedad el silencio ronda como una bestia indefinible. Por su parte «Ella», la antítesis de los otros tres cauces, se yergue como la que desazolva el silencio, la que drena a gotas la enfermedad, la que es la otra mar más plácida y benigna: ella es en Trevas la potencia de las otras aguas, el agua vida y también el torrente que puede acabarlo todo.
En síntesis, Mijail Lamas consigue así generar un complejo encauce significativo en el que la navegación sustenta un lugar primordial; se navega a través de las otras posibilidades significativas: a través del silencio, de la enfermedad y de ella; se navega hacia la muerte y hacia el silencio; lejos de todo aquello que implicase aferrarse a las amarras.
Confluencia tercera, confluencia del yo lírico
Finalmente podemos advertir en este poemario una confluencia de sumo interés y complejidad: la confluencia de la voz.
En Trevas cada poema se modula de manera particular y cambiante: el yo lírico se sostiene de manera primaria en la voz de Cesário Verde —poeta que anuncia el poemario mismo con una vida delimitada en el espacio tiempo, fruto de la historia— pero es también la voz de un autor que, mediante recursos próximos a la sermocinatio,retoma otra voz y se enmascara, y a esto podemos sumar la voz de aquel que toma el libro entre sus manos y decide ser a su vez el poeta que también ha decidido ser Cesário Verde, y el poeta que es Cesário Verde es su propio lector que lo desenmascara y el lector es el poeta que ya no sabe si es Verde o es él mismo o ni siquiera si podrá ser el mismo tras navegar aguas tan oscuras. Las aguas que guían a Trevas se entremezclan; son las aguas de todos —autor, lector, Cesário—, el yo enuncia:
Cede a la destrucción toda la luz
y el vértigo de estos papeles
también en un desprendimiento.
Estas palabras son
un oscuro salmo en labios partidos.
La inmolación del día
en ráfaga que corta el horizonte.
Es antes de la noche y pronto el miedo
retumba en nuestro cráneo.
Estamos solos.
Estamos en una sola voz todos los posibles. Así, no sólo el yo externo —el yo lector— se apropia de la voz, sino que también consigue vivirla; vive la voz porque hay una buena ejecución en el discurso, porque existe una manifestación formal múltiple, porque profundas las aguas yace un qué decir que es preciso, tan preciso como navegar.
Confluencias, posibilidades de convergencia para vivir en otro, para recorrer y navegar en otro y con otro, para cantar siendo nosotros y el poeta y Cesário y nosotros otra vez; todos poetas, todos una voz y todos dirigiéndonos —navegándonos— irremediablemente en el cauce hacia la muerte, y el poeta sentencia:
Pero un numen distinto
murmura estas palabras que son sombras.
Otro viaje comienza.
Trevas. Canción del navegante de sí mismo, de Mijail Lamas. inba / Conaculta / Andraval Ediciones, Culiacán, 2013