Preparatoria 13 / 2013A
Verde oscuro
En un plácido lugar de México, a lo lejos, una princesa azteca logra divisar un par de barcos de madera que, impulsados por el viento, se acercan velozmente a tierras aztecas.
La princesa, aterrada por el deseo de invasión que tienen los conquistadores, corre a dar el aviso a su pueblo.
Los aztecas, desesperados por hacer que el hombre blanco regrese a sus tierras de origen, sufren, y nace en ellos un corazón salvaje y dispuesto a defender a su gente.
¡Una batalla épica! Libera coraje y valor, la fuerza y valentía de los aztecas, en contra de la codicia de los españoles. El ritmo cardíaco aumenta, la adrenalina fluye. Los aztecas buscan paz y armonía, mientras que los codiciosos conquistadores, el dominio.
Fuerza y honor es lo que mueve al pueblo azteca a luchar; la codicia y la victoria son las motivaciones del hombre blanco.
Al atardecer, los conquistadores ya están de vuelta en su hogar, tomaron algo de las riquezas, pero el honor y la unión del pueblo se quedan en el corazón de los valientes aztecas.
Rosa pastel
En su alcoba descansa una pequeña niña de ocho años, quizá; mejillas rosadas y piel tersa. Escucha el fuerte golpe de la puerta principal de su hogar y se asoma a la ventana; sus ojos se hunden en lágrimas por lo que ve. Su padre se aleja cada vez más por el sendero. No puede detener el llanto y se pregunta a sí misma: “¿Por qué, papá? ¿Papito, a qué viene esta decisión?” “¡Te necesito!”, suplicaba.
Su madre, cálidamente la abrazó y acobijó, pero la niña se deshace en llanto, necesita que aquel abrazo provenga del hombre que por el sendero se aleja.
La pequeña sólo se queda junto a la ventana, lanza un profundo suspiro, levanta la mano y la agita lentamente, para decir con un susurro: “Adiós, papi. Te extrañaré”.