Los más pequeños detalles / Cintia González Ramos

Preparatoria 3 / 2012B

“Cómo quisiera poder ser alguien diferente de los demás”, pensaba Marisol, una joven amigable de 15 años y estudiante de prepa.
     Cierto día en la escuela, Marisol platicaba con sus amigos sobre lo que había estado pensando durante mucho tiempo. Uno de sus amigos, llamado Paco, le comentó que todas las personas eran diferentes de las demás, que él nunca había visto dos iguales. Marisol sonreía ante los comentarios de sus amigos, aunque en el fondo sabía que sólo podía entender lo que ella misma pensaba. Cuando salieron de la escuela, uno de sus compañeros se le acercó y le dijo:
     –No pude evitar escuchar tu platica de hace un momento con tus amigos y,  la verdad, me pareció muy interesante.
     -Pues mis amigos opinaron lo opuesto -intervino Marisol.
     -Lo sé,  y para mi tú tienes mucha razón en lo que dices, porque la mayoría de las personas con las que he platicado son muy parecidas en lo que hablan, aunque ellas no se den cuenta. Mi nombre es Edgar –y le extendía una mano para saludarla.
     -Yo soy Marisol, pero puedes llamarme Mari.
     Marisol y Edgar continuaron su conversación durante mucho tiempo, hasta que se hizo tarde y ella debía regresar a su casa. Estaba feliz, había encontrado a alguien a quien consideraba muy similar a ella.
     A la mañana siguiente, Marisol estaba en su clase de matemáticas pensando en su amigo Edgar.  Cuando llegó la hora de la salida, con gran ánimo salió a buscarlo. Al encontrarse, los dos sonrieron y comenzaron a platicar sobre lo que pensaban hacer para intentar ser diferentes de los demás. Así pasaron días, semanas y meses hablando de lo mismo, hasta que el tema fue cambiando a muchos otros, en los que de igual manera compartían opiniones y terminaban estando de acuerdo. En algunas ocasiones no compartían ciertas apreciaciones, pero escuchaban sus opiniones, pequeñas diferencias que enriquecían sus ideas y apreciaciones.
     Cuando pasó más tiempo, Edgar le dijo a Marisol que no todas las personas eran iguales ya que sus actos las hacían diferentes, y aunque algunas personas trataran de imitar a otras, al final de cuentas no lograban igualarlas, pues los más pequeños detalles son los que hacen las diferencias.
     Años después, Edgar se cambio de casa y Marisol ya no volvió a verlo. Sin embargo,  entendió que tal vez había personas similares a otras, quizá incluso muy parecidas, pero el solo hecho de que ella tratara de ser diferente era lo que importaba. Intentar ser alguien más era como engañarse a uno mismo, como mentirle a nuestra propia alma. Antes creía que las personas eran iguales porque siempre hablaban de lo mismo, pero nunca se detuvo a pensar que cada quien tiene un mundo y un pensamiento que lo hacen ser distinto. Con una dulce sonrisa en sus labios recordó las palabras de su amigo Edgar cuando decía: "Lo que hace diferentes a las personas son los pequeños detalles".

 

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