Un concepto es universal cuando su significado se sumerge en la estructura subyacente de una sociedad. Por eso el pensamiento humano –caprichoso y burdo– jamás podrá ser encapsulado en palabras. La invención de algo ajeno al presente enajena al creador de sus contemporáneos; lo que no quiere decir que por su inventiva éste se encuentre en un estado superior a los demás. Su creación lo absorbe. Por lo tanto, todo su esfuerzo se concentra en reformar los valores que lo rodean, inútilmente.
Personajes históricos como Hitler y Lutero, Jesucristo o Marx, o cualquier pensamiento que ellos elucubraron, no significaron por sí mismos un descubrimiento en el planeta. La supuesta verdad que ellos encontraron tuvo validez, aceptación, seguimiento porque en su tiempo gente sin criterio y responsabilidad se acercó a una respuesta sencilla que los conduciría a la estupidez. Sus vidas fueron trastocadas por ellos mismos, y no por algún profeta o mesías. Si los alemanes no hubieran encontrado atractivo al pequeño mequetrefe, el conflicto bélico aun así hubiera alcanzado magnitudes apocalípticas. La falta de un dios de carne y hueso después del conflicto originó un vacío de poder en la conciencia del ser humano. Por eso los rusos y los estadunidenses no tuvieron el valor de lanzar el primer disparo; nos quisieron hacer creer que en ellos estaba la destrucción del planeta. Que la sociedad como la concebimos: espectadora televisiva, consumidora de alimentos artificiales y testigo de las máscaras con las que cubrimos nuestras necesidades elementales todos los días, desaparecería.
Según el discurso de la Historia, el hombre está aquí para perseverar después de toda catástrofe. El humano es débil, temeroso, crédulo e insignificante. Lo que llamamos destino no es más que el tiempo transcurriendo. El día de mañana, usted y yo estaremos en lo cierto si seguimos pensando que hombres y mujeres comerán, fornicarán, excretarán; sus vidas continuarán con las mismas implicaciones, sólo con diferentes nombres. Todo cambia pero para continuar en lo mismo. Seguimos siendo esclavos de la aceptación. Las preferencias o necesidades, obligaciones, responsabilidades, lo que sea que usted y yo tengamos que hacer el día de mañana, no importará, tendremos que vivir una vida que ya fue escrita por alguien que nunca tuvo nombre …
* Este texto sería el prólogo de la obra de Mateo Orellana Paulin, pero quedó inconcluso debido a la repentina muerte del autor, acaecida el 4 de marzo del 2010, cuando un enjambre de abejas africanas lo atacó, siendo el escritor alérgico a ellas. La obra de la cual este texto sería el prólogo se encuentra en proceso de impresión en finés, arameo, esperanto y otros idiomas insignificantes.