Ciudad de México, 1956. Autor de La música de acá. Crónicas de la Guadalajara que suena (Universidad de Guadalajara, 2018).
Dos mexicanos que conozco, tapatíos por adopción, decidieron vivir en Barcelona. Uno lleva 25 años allá; el otro ha decidido mudarse a Asturias luego de años de vivir en la capital catalana. Raúl Cuevas, el primero, es un ingeniero de sonido que no veía el mejor de los escenarios en México y se marchó cuando comenzaba el siglo XX en busca de aprendizaje y oportunidades en un entorno más prometedor; el segundo, Martín Mora, nació en Ameca, Jalisco, es psicólogo social y fue a estudiar un doctorado. A los dos los enamoró la ciudad seductora que aún quieren, aunque ya no sea la misma. La tan mentada gentrificación ha hecho de las suyas: expulsión de habitantes de los barrios, expansión brutal del turismo, encarecimiento, por mencionar nada más algunas de sus consecuencias.
Martín Mora, peatón, bicicletero y nómada, interesado en estudios urbanos, efectos sociales del uso de las nuevas tecnologías y arte callejero, entre otros muchos temas, llegó a Barcelona en 1996. Se doctoró en 1999, regresó a Guadalajara y vivió intermitentemente entre las dos ciudades hasta que se estableció de forma permanente en tierras catalanas en 2013.
«Barcelona me sedujo desde el primer día: sus olores a tabaco negro, sus múltiples lenguas y gente, su arquitectura y dimensiones, sus tropecientos bares y cafés en cada manzana, el estilo de vida. Además, ocurrió lo habitual: me enamoré de una catalana y viví feliz las aventuras de conocer los conciertos, librerías, las fascinantes bibliotecas y centros culturales y la potentísima vida de noche. Siempre me pareció el modelo de ciudad para vivir y morir en ella».
Pero quizás no morirá en ella. Todo me lo cuenta desde su nueva ubicación en Asturias pues hace un año decidió mudarse. Las razones las expone con cierta crudeza, algo de desencanto y un filo de crítica política:
«Barcelona cambió mucho a partir de 2001. Aumentó el turismo, se fue diluyendo el cosmopolitismo para dar pie a un nacionalismo catalán que, a decir verdad, no muestra la verdadera cara de una Barcelona charnega, mestiza, multicultural, multilingüe. La política de partidos, el pujolato, las agresivas políticas del PP fueron modificando, para mal, muchas cosas inscritas en el ADN de la gent barceloní. Se ha polarizado mucho la vida cotidiana entre los autodefinidos como catalanes y “los otros”, la gente con raíces extraterritoriales y que reivindican y enriquecen con sus formas diversas de cultura. El golpe final ha sido que el turismo la puso de moda y todo mundo, empresarios, políticos y propietarios, vieron la “mina de oro” que significaba. Lo peor ha venido desde 2016: gentrificación y turistificación han pulverizado la sólida vida vecinal en muchas zonas de la ciudad. En julio de 2022 me echaron de mi piso, sin renovación de contrato, por codicia de la nueva propietaria. Mi calle durante once años, Consell de Cent, se convirtió en territorio codiciado por comerciantes y terratenientes. Ha desaparecido el comercio de barrio y ahora todo son cafés hipsters, cupcakes, heladerías, cafés para nómadas digitales con letras en inglés, chino y ruso».
En esto último coincide Raúl Cuevas, residente del centro de Barcelona y que sigue enamorado de la ciudad a pesar de los inocultables inconvenientes, la masificación del turismo y la gentrificación: «El turismo brutal ya es todo el año, vivo rodeado de pisos turísticos, en dos manzanas a la redonda hay cinco locales de brunch siempre con colas gigantescas. Es increíble que la gente venga de lejos y prefiera meterse a desayunar hotcakes que aprovechar la riquísima oferta gastronómica local. Se ha encarecido todo, la gente joven se tiene que ir a la periferia o fuera de la ciudad, los comercios de cercanía han desaparecido en favor de negocios enfocados al turismo. Se dice que rusos y chinos han comprado muchas propiedades para darles uso turístico».
Raúl se ha dedicado a la música. Dejó su incipiente carrera de ingeniero de grabación en Guadalajara por temor a estancarse, quería aprender en algún lugar con más retos y Barcelona apareció como una opción viable:
«Me hubiera gustado Londres, pero era una ciudad muy cara y mi currículum me permitiría, cuando mucho, ser asistente del asistente; en España tenía algunos contactos. En Barcelona busqué a Josep Mas Kitflus, productor y pianista que trabajaba con Serrat. Me puso a prueba y me quedé con él».
La lista de los discos y artistas que Raúl ha grabado lo deja a uno sin aliento: Aute, Sabina, Ismael Serrano; casi todos los cantautores catalanes: Serrat, Maria del Mar Bonet, Joan Baptista Humet, Marina Rossell, Joan Isaac; en músicas diversas Juan Perro, Estopa, Ojos de Brujo, Mojinos Escozios, Elèctrica Dharma, Carles Carolina, Mariola Membrives, Olvido Lanza; en el flamenco Paco Heredia, Chicuelo, Duquende, Miguel Poveda; en la rumba catalana Peret, Sabor de Gracia, Moncho, Los Amaya; en la música clásica José Carreras, Ramón Aragall, Osias Wilenski. Me dice sin dudarlo que el jazz de Barcelona está a la altura de las grandes capitales del mundo con gente a la que también ha grabado, como Manel Camp, Lluis Coloma, Ignasi Terraza, Randy Greer, Roberto Faenzi Quintet, Laura Simó & Francesc Burrull, Afroblue.
A pesar de semejante catálogo, asegura que las cosas se han complicado:
«La pandemia aceleró un proceso que ya venía de antes: los cambios brutales en la industria de la música y el desuso del CD como formato. Durante el confinamiento, los músicos hacían las cosas desde su casa y ello no ha parado hasta hoy. La dinámica de la música ha cambiado mucho, los presupuestos se han caído, algunos estudios de grabación han cerrado. Todo eso me ha llevado a trabajar en mi casa donde tengo un estudio pequeño pero suficiente para aprovechar los escasos presupuestos».
Martín y Raúl, por sus personalidades diferentes, tienen posturas diversas respecto de regresar al país de origen. A pesar de la disminución en la carga de trabajo, Raúl Cuevas ha hecho su vida personal y profesional en Barcelona y no considera viable un retorno. En cambio, el temperamento inquieto de Martín lo hace pensar distinto:
«Regreso cada año por la FIL. Debo decir que fui de los “fundadores” cuando era estudiante de psicología en la UDG, editor y escritor. ¿Regresar a México o a Guadalajara? La respuesta es sí: volvería si tuviera una oferta laboral e intelectual que me seduzca. Escucharía con atención ofertas de chamba, de curro, de feina».
Ambos sueñan con estar en la celebración de Barcelona como invitada de la FIL 2025. Sumar así, en la misma celebración, sus dos mitades: la tapatía y la catalana.