Ya cuento treinta y ocho y, en la fuga
de la edad, he dejado atrás, distantes,
a los otros que fui, los ocupantes
primeros de esta piel que ahora se arruga.
Murió el niño que tuvo una tortuga,
murió el joven de fiebres delirantes,
el novio envanecido y varios antes.
Hoy el padre es mordido por la oruga.
Cómo llamarle vida a estos difuntos
que habitaron mi carne. Ayer despiertos,
hoy hablan con dormidos contrapuntos.
Tan corto viaje para tantos puertos;
si morir es olvido y sueño juntos,
vivir es una sucesión de muertos.