Ahh, realidad espejeante, dársena de toda abjuración, 
        venga, pues, ese trueque en el que mi pobre moneda falsa 
        incline su vergüenza al regateo de tus prestidigitaciones; 
        dame ya tu mercancía todavía goteante de jugos 
        viscerales 
        y que el grito vuelva a su reencuentro con el látigo.
        Así como el amanecer cambia sus trinos 
        por el mugido de las degollaciones, 
        vuélcame rápido la carta más vilmente marcada 
        con su doble roña de sebo y engañifas,
                                       Tarot de los Dementes,
      o no me quedaré a tu cena de algodones sucios.