Qué bella es la Naturaleza en un parque
Elfriede Jelinek
Suspendida en la copa de los árboles,
la tarde se demora en el parque;
una réplica del David preside la escena.
Toda la plaza bañada de sol: una postal
para el transeúnte que cruza por casualidad.
En una armonía reconfortadora conviven
unos perros que juguetean en el agua de la fuente,
¿o son los chorros de la fuente los que se burlan de ellos?,
en los prados, los padres juegan con sus niños,
por allí, algunos vendedores ambulantes,
en las bancas, los enamorados se dicen lisonjas
y los boy scouts no dejan de parecer infantiles.
Los rayos del sol les pegan en el rostro lleno de felicidad.
Cada uno disfruta del parque y juntos le dan vida.
Inserta y al mismo tiempo aislada de la vorágine citadina:
imagino otros lugares como éste en la mancha urbana
donde la escena se repite, y un privilegiado la atestigua.