Guadalajara, Jalisco, 1965. Autora de Sigilosos v(u)elos epistemológicos en Sor Juana Inés de la Cruz (Editorial Iberoamericana / Vervuert, 2007).
¿Cómo aprehender una alegoría en el fluir abierto de la silva? ¿Cómo cifrar una alegoría? La forma del soneto, su precisión y geometría.
La personificación, la interpretación o desciframiento, un abanico de configuraciones. Las alegorías que recorren la obra de Sor Juana, como en sus loas y autos sacramentales, figuras que a muchas voces cantan el valor del libre albedrío, del entendimiento, de la apuesta por la poesía a todo costo, con osadía y sigilo.
La alegoría desnuda, recubre y engalana el retrato poético petrarquista, codificado bajo la mirada masculina. Acicala el retrato con engarces alegóricos, ecos-espejos del lenguaje, de su música, de sus multiplicados rostros, de sus palpitaciones conceptistas.
La vestimenta barroca, su juego de espejos, su caída o su vuelo en el espesor de la palabra, vuelve la alegoría un cuarto de ecos como un soneto, un caracol circular sin embargo abierto, que recoge en encajes de palabras sonidos y sentidos. Vuelan y tejen otros más, indetenibles, potenciando en nosotros la fantasía interior, acariciando las facultades desde el cuerpo en reposo, en duermevela, mientras soñamos al leer poesía, al imaginar y cantar con Sor Juana, en soledad y silencio.
La alegoría como enigma apunta a otras máscaras-enigma en el caracol musical de la obra de Sor Juana. Los Enigmas de la monja novohispana indescifrados, indescifrables por su misma naturaleza lúdica, un guiño para nosotros los lectores, pues nos convoca a una lectura colectiva, como las monjas portuguesas que reescribieron, leyeron en voz alta, compartieron, cantaron la obra de Sor Juana.
La alegoría mínima, miniatura, cada enigma, fragmentos de despedida. Huellas, pistas, gestos, evocaciones, abstracciones últimas que culminan el proyecto artístico e intelectual de Sor Juana. Descifrar ese manuscrito reconociendo sus silencios, su opacidad y condensación, su autoría colectiva, es participar en esa fiesta última de conmemoración que le hicieron sus hermanas, sus amigas, su mejor amiga: la Condesa de Paredes. Leerla, recitarla, memorizar sus versos, transcribir sus palabras con la mano, jugar a resolver sus acertijos componiendo otros poemas en respuesta, con el vuelo de la pluma del pensamiento. Imaginar ese meollo de conocimiento cifra de cada uno de sus versos, sus poemas, su prosa. Un meollo aleccionador, el núcleo de su magnum opus Primero sueño, la figura de Ícaro vuela y cae una otra vez en repetido vuelo, y Faetón, su carro alegórico alado, un reiterado escalar hacia la luz del sol para caer despeñado por su fuego castigador.
Salir de la cueva oscura de la ignorancia con osadía. Desobedecer para evadir, arropada por la alegoría, la oscuridad amenazante y punitiva del REY SOL y entonces quedar cegado frente a la verdad absoluta, inalcanzable. Salir a buscar esa luz en un viaje por la palabra, más allá del cielo, hacia el cosmos. Escalar para caer, y volver a escribir en la oscuridad, en la noche, haciendo caso omiso de amonestaciones y reglas. Escribir, escalar, volar hacia un fuego primigenio, una centella nocturna, una llama que llama, verdad fugitiva, de belleza sublime. Triunfar en ese intento, en esa valentía, en esa vehemente insistencia, desde la cocina hasta el recogimiento nocturno, observar, escribir, anotar, experimentar, cantar, imaginar.
La alegoría se cifra en ese viaje arriesgado, salir de la cueva o claustro, dejar atrás el espectáculo rígido o caótico de figuras proyectadas sobre las paredes de la cueva, los ídolos o imágenes falsas, las enseñanzas, doctrinas, dogmas, que sitúan a la mujer en un lugar subalterno, bajo la ley patriarcal. Salir de la oscuridad, de la ignorancia, con sigilo mientras otros creen como verdaderas las prescripciones que limitan o esclavizan el ser. Salir a la luz, hacia la verdad, escalar y caer, pero anotar con la palabra esos vuelos fugitivos, bosquejos que cifran un sueño imposible pero vivificador. Caer entonces en las aguas del sueño, el regazo de la madre, el cuerpo de la mujer, el cuarto propio, nutrirse del cuerpo para intentar ver esa luz y escribir bajo la llama de la vela, cada noche.
Compartir generosamente con todos nosotros, los que quedamos, su música enigmática, las enseñanzas liberadoras de sus cifradas correspondencias. Celebrar entonces la búsqueda inagotable, deleitosa y edificante, hacia el conocimiento por el canto coral de su poesía.