W. B. Yeats

 En los jardines de Salley

En los jardines de Salley mi amor y yo nos buscamos;
ella cruzó los jardines con pies pequeños y blancos.
Pidió calma de mi amor: así es como crece un árbol.
Mas era joven y necio, y no le quise hacer caso.

A un campo cerca del río fuimos a parar nosotros;
su mano blanca de nieve colocó sobre mi hombro.
Me pidió calma en la vida: así es como crece el pasto.
Mas era joven y necio, y ahora estoy ahogado en llanto.

 

El amante habla de la rosa que hay en su corazón

Todas las feas y quebradas cosas, las desgastadas y marchitas cosas,
el sollozo de un niño en la calzada, el crujido de un carro de gran peso,
los fatigosos pasos del aldeano que en el moho de invierno chapotea,
extravían la imagen donde crece la rosa dentro de mi corazón.

El extravío de cosas tan informes es tan grande que no puede decirse;
anhelo construirlas otra vez, permanecer en un verde montículo
con la tierra y el cielo y con el agua hechos de nuevo, como un cofre de oro,
para soñar tu imagen donde crece la rosa dentro de mi corazón.

 

Sin una nueva Troya

¿Por qué debo culparla de llenar mis días
de miseria, o culparla de que en últimas fechas
educara a ignorantes con muy violentas formas,
o de arrojar al débil contra el poderoso
de haber tenido ellos ánimos como ansias?
¿Qué podía haberle dado la paz con una mente
simple como un incendio gracias a la nobleza,
con la beldad de un arco en tensión, de una clase
que ya no es natural ahora, en nuestro tiempo,
si ella es solitaria, altiva y muy adusta?
¿Qué podía haber hecho, siendo ella como es?
¿Existía otra Troya que pudiera incendiar?

 

Sueños rotos

Hay canas en tu pelo.
No se les va a los jóvenes el aire
cada vez que tú pasas.
Un vejete, quizá, murmura bendiciones
porque fue tu plegaria
la que lo rescató en su lecho de muerte.
Por tu bien, tú que sabes de las penas de amor
y que también les diste penas de amor a otros,
desde cuando la exigua juventud simulara
la agobiante belleza; por tu bien,
te desvió el paraíso el golpe de los hados.
Tan grande es su porción en la paz que generas
únicamente con cruzar la estancia.

Tu belleza tan sólo nos podría dejar
recuerdos vagos, nada sino puros recuerdos.
Cuando los viejos guarden silencio, algún muchacho
dirá a un anciano: «Cuénteme de la mujer aquella
que el poeta, obcecado en su pasión, cantara
cuando la edad podía congelarle la sangre».

Recuerdos vagos, nada sino puros recuerdos,
pero en la tumba todo, todo habrá de ser nuevo.
La certeza de que veré a esa dama
reclinada o erguida o caminando
con la gracia primera de su femineidad,
y esa veneración de mis jóvenes ojos,
me ha puesto a murmurar como un idiota.

Tú eres más hermosa que ninguna.
Tu cuerpo, sin embargo, poseía un defecto:
no eran nada hermosas tus manos pequeñitas,
y temo que te eches a correr
a sumergirlas hasta la muñeca
en ese misterioso y rebosante lago
donde los obedientes de la sagrada ley
reman y son perfectos. Deja intactas
las manos que he besado
por bien del propio bien.

Desfallece el tañido final de medianoche.
He pasado el día entero en una silla
de un sueño a otro y de una rima a otra,
en intrincada charla sobre una imagen de aire:
recuerdos vagos, nada sino puros recuerdos.

 

Una reflexión en tiempos de guerra

Mientras me palpitaba alguna arteria,
sentado en esa vieja piedra gris
bajo el árbol caído por el viento,
reconocí que Uno es animado,
y el hombre, inanimada fantasía.

 

La elección

Al intelecto humano se le obliga a escoger
entre la perfección vital y laboral;
de elegir la segunda, debe hacer a un lado
una mansión divina, furioso entre tinieblas.
Al terminar la historia, ¿qué fue lo que cambió?
Con o sin suerte, dejan los trabajos su marca:
la antigua indecisión, un vacío monedero;
la vanidad del día, penitencia nocturna.

 

Política

En nuestro tiempo, el destino del hombre muestra
sus significaciones en términos políticos.
Thomas Mann

¿Cómo podría, estando esa muchacha
allí, de pie, brindarle mi atención
a la política que se hace en Roma,
en Rusia o en España?
Aquí tenemos, sin embargo, a un hombre
que ha viajado y sabe lo que dice,
y también a un político
que ha leído y ha reflexionado,
y tal vez sea verdad lo que mencionan
sobre la guerra y todas sus alarmas,
pero, ¡oh, que pudiese nuevamente ser joven
para poder tenerla entre mis brazos!

Versiones del inglés de Hernán Bravo Varela

Down by the Salley Gardens
Down by the Salley gardens my love and I did meet; / She passed the Salley Gardens with little snow-white feet. / She bid me take love easy, as the leaves grow on the tree; / But I, being young and foolish, with her would not agree. // In a field by the river my love and I did stand, / And on my leaning shoulder she laid her snow-white hand. / She bid me take life easy, as the grass grows on the weirs; / But I was young and foolish, and now am full of tears.

The Lover Tells of the Rose in his Heart
All things uncomely and broken, all things worn out and old, / The cry of a child by the roadway, the creak of a lumbering cart, / The heavy steps of the ploughman, splashing the wintry mould, / Are wronging your image that blossoms a rose in the deeps of my heart. // The wrong of unshapely things is a wrong too great to be told; / I hunger to build them anew and sit on a green knoll apart, / With the earth and the sky and the water, re-made, like a casket of gold / For my dreams of your image that blossoms a rose in the deeps of my heart. 

No Second Troy
Why should I blame her that she filled my days / With misery, or that she would of late / Have taught to ignorant men most violent ways, / Or hurled the little streets upon the great. / Had they but courage equal to desire? / What could have made her peaceful with a mind / That nobleness made simple as a fire, / With beauty like a tightened bow, a kind / That is not natural in an age like this, / Being high and solitary and most stern? / Why, what could she have done, being what she is? / Was there another Troy for her to burn?

Broken Dreams
There is grey in your hair. / Young men no longer suddenly catch their breath / When you are passing; / But maybe some old gaffer mutters a blessing / Because it was your prayer / Recovered him upon the bed of death. / For your sole sake—that all heart’s ache have known, / And given to others all heart’s ache, / From meagre girlhood’s putting on / Burdensome beauty—for your sole sake / Heaven has put away the stroke of her doom, / So great her portion in that peace you make / By merely walking in a room. // Your beauty can but leave among us / Vague memories, nothing but memories. / A young man when the old men are done talking / Will say to an old man, ‘Tell me of that lady / The poet stubborn with his passion sang us / When age might well have chilled his blood.’ // Vague memories, nothing but memories, / But in the grave all, all, shall be renewed. / The certainty that I shall see that lady / Leaning or standing or walking / In the first loveliness of womanhood, / And with the fervour of my youthful eyes, / Has set me muttering like a fool. // You are more beautiful than any one, / And yet your body had a flaw: / Your small hands were not beautiful, / And I am afraid that you will run / And paddle to the wrist / In that mysterious, always brimming lake / Where those that have obeyed the holy law / Paddle and are perfect; leave unchanged / The hands that I have kissed / For old sake’s sake. // The last stroke of midnight dies. / All day in the one chair / From dream to dream and rhyme to rhyme I have ranged / In rambling talk with an image of air: / Vague memories, nothing but memories.

A Meditation in Time of War
For one throb of the artery, / While on that old grey stone I Sat / Under the old wind-broken tree, / I knew that One is animate, / Mankind inanimate fantasy. 

The Choice
The intellect of man is forced to choose / Perfection of the life, or of the work, / And if it take the second must refuse / A heavenly mansion, raging in the dark. / When all that story’s finished, what’s the news? / In luck or out the toil has left its mark: / That old perplexity an empty purse, / Or the day’s vanity, the night’s remorse.

Politics
In our time, the destiny of man presents
its meaning in political terms.
Thomas Mann

How can I, that girl standing there, / My attention fix / On Roman or on Russian / Or on Spanish politics? / Yet here’s a travelled man that knows / What he talks about, / And there’s a politician / That has read and thought, / And maybe what they say is true / Of war and war’s alarms, / But O that I were young again / And held her in my arms! 

 

 

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