Preparatoria 7
Va corriendo, como siempre, pegado a la pared, huye de los gritos de las mujeres aterrorizadas que se topan con él, o simplemente porque quiere hacerlo. De pronto se detiene y, cauteloso, comienza a olfatear, mueve su húmeda nariz y sus bigotes delgados… ¡Queso! ¡Por fin!, listo para la cena. Elegantemente se acerca a su ansiado manjar y se dispone a tomarlo entre sus patas, pero ¿qué es esto? Está sujeto de un pequeño alambre y, antes de darse cuenta, ¡tazz!, resuena el portazo de la jaula donde queda aprisionado.
Los barrotes son gruesos y duros, así que sólo mira a su alrededor y con toda tranquilidad se dirige a uno de los extremos y estira su cuerpo escurridizo hasta que logra salir. Cuando por fin se ve libre, toma el queso y va a su casa, en espera de no tener que darle de nuevo una tunda al gato pues está ya muy agotado.