Yo te maldigo / José Ángel Cuevas Sánchez

Todos nos equivocamos. Estamos obligados a perdonar para no sentirnos culpables.
      ¡Matías!, tienes que hacer la tarea, es por tu bien, ¿o quieres ser un jornalero como tu padre?, ¿trabajar de sol a sol?, ¿comer frijoles con tortillas tiesas y chile todo el año?, ¿es lo que quieres? Le decía su mamá. ¿Pero qué diablos iba a entender Matías de obligaciones para formarse un buen hombre con hábitos para tener un futuro prometedor?
      Él quería una nueva bicicleta, un nintendo y una patineta para presumir a sus amigos. Si supieras, Matías, que te espera un futuro miserable… Debiste haberle hecho caso a tu mamá; ellas, las mamás, siempre tienen la razón. Pero no te culpo porque eras un niño y no podías tomar decisiones. Matías, ¿ya terminaste la tarea? Ahora ayúdale a tu papá a escardar las tierras para que las matas del maíz crezcan bonitas. Matías, ya levántate; ya son las seis de la mañana, dale de comer a las gallinas, a los puercos; y después te pones a desgranar el maíz. Matías, límpiate la cara que pareces un cerdo. Matías, hoy es domingo, levántate porque vamos a ir a misa, ya dieron la segunda campanada.
      Cállate, maldita vieja. Ya me tienes harto. Haz esto, haz aquello. ¡Puta madre, cómo odio este maldito lugar! ¡Cómo te odio a ti, vieja bastarda!
      Matías se cubrió los ojos con ambas manos. Tenía la cara colorada. Su madre se le quedó mirando con ojos tristes, muertos. La tierra te ha de tragar, le dijo. Porque a una madre se le respeta, jamás se le insulta.
      Matías corrió y se perdió en el llano. Su madre lloró y pensó en las injurias que le había dicho su pequeño. Matías llegó a la sombra de un árbol que estaba tan solitario como él, en la penumbra del llano, sólo el sol los espiaba con los ojos repletos de sangre. Matías se sentó en la tierra y se recargó en el árbol, aún no sabía lo que era la culpa.
      La tierra se movió, estornudó, tembló. Matías se levantó de la tierra y corrió por el llano, rumbo a su casa; sabía que había actuado mal, quería ver a su madre, quería abrazarla, quería decirle ¡Perdóname, mami, no lo volveré a hacer, te quiero mucho, ¿me perdonas? Matías lloró. Alcanzó a divisar la choza, luego vio una sombra que parecía ser su madre frente al molino. La tierra se movió con furia. Matías tuvo mucho miedo, quiso huir de la tierra, pero ella estaba en todas partes. Lo cogió de los pies y lo fue jalando lentamente. Cuando Matías miró todo muy alto, imploró y rezó a Dios para que su madre lo rescatase. Desapareció.
      Su madre tuvo un espasmo, sabía que su hijo ya no regresaría. Se limpió las mejillas. Dejó de darle vueltas al molino. Divisó el horizonte. El llano estaba triste. Luego, el cielo lloró; y dio nuevos frutos la tierra.

 

 

Comparte este texto: