Felipe Montero lee un artículo en el periódico en el que solicitan un historiador joven, con vasto conocimiento del francés. Felipe piensa en él, el sueldo le parece atractivo. Al siguiente día decide ir en busca de la dirección escrita en el artículo ya que el sueldo ha sido aumentado. Camina por las calles, la numeración de las casas es caótica pero al fin logra dar con el domicilio al que se refiere el aviso. Empuja la puerta y entra al patio de la casa, donde hay una oscuridad plena. Una señora le pide que camine. Desiste de encender un cerillo. Sube unas escaleras de caracol y encuentra a una vieja (Consuelo), que le pide quedarse a vivir unos días a terminar los relatos o biografía de su esposo difunto, el General Llorente (ése es el trabajo). Él acepta y la señora llama a su sobrina (Aura), quien lo conduce a su habitación. Él, consternado porque necesita sus cosas, le reclama a Aura y ella responde que el mayordomo iría por ellas. Felipe baja a cenar y, al igual que arriba, en el cuarto de la vieja, los ojos verdes de Aura le impactan, al observarla mientras ingiere lo que será su único alimento durante su estancia en aquella casa: riñones de cerdo y vino tinto. Piensa en Aura y en el sueldo. Cuando sube, la señora Consuelo le entrega los papeles redactados por el General y él empieza a leerlos.
Felipe despierta y se asoma por el vitral del techo del cuarto, ve que los gatos están siendo quemados, los mismos gatos a los que ayer había hecho referencia Aura y él aconsejó a la señora Consuelo utilizarlos para deshacerse de los ratones en su cuarto. Baja a desayunar, la señora Consuelo está en el comedor; nota que los movimientos de Aura y Consuelo son idénticos. Su enamoramiento de Aura sigue. Las dos salen juntas del comedor; él termina el plato y sigue leyendo hasta tarde.
Durante la cena, Aura cita a Felipe en su cuarto; hacen el amor. Al día siguiente sigue leyendo el tercer paquete de redacción del General (entregados en orden por la vieja) y de repente decide ir a ver a Aura. La encuentra haciendo labores de cocina, despellejando un cabrito, eso lo aterroriza y sube a ver a la vieja Consuelo, entonces la descubre haciendo movimientos similares a los necesarios para despellejar una bestia… y los relaciona con los de Aura… Se espanta y piensa que la señora está loca.
Duerme inquieto en su cuarto y cuando se levanta es tarde. Acude a la habitación de Aura de nuevo… ahora parece veinte años más vieja… Hacen el amor de nuevo (mi parte favorita). Al día siguiente despierta en el cuarto, donde ve a las dos mujeres de la casa: juntas asienten con la cabeza, sonríen y salen del cuarto. Felipe comienza con el último tomo de la redacción del muerto y empieza a hacer planes para utilizar el dinero en su propio proyecto.
La señora Consuelo saldrá de casa y Aura y Felipe se han citado para verse en su cuarto. Esta vez Aura es aún más vieja, nota que en realidad es Consuelo; ella le promete traer a Aura cuando recupere fuerzas.