(Estocolmo, 1973). Es fotógrafa independiente. Fue pareja de Raúl Padilla López.
1.
Intento escribir sobre el amor más profundo de mi vida, sólo cinco meses después de que él decidió ausentarse para siempre.
Sin ser demasiado personal, quiero describir el íntimo acto de amar, y lo hermoso de nuestro amor, sin sonar cursi. Después de su muerte yo estaba en un hoyo negro y quería dejar de existir. Ahora estoy sobre el fino hielo que cubre el mar. Me siento libre, con esperanza y hasta contenta a ratos. Otras veces llego a donde el hielo todavía es demasiado fino. Y se rompe. Y caigo en lo más profundo de la tristeza.
2.
Hablo con él en mi mente. Se repiten los te amo, los cómo pudiste, los te extraño, por qué te fuiste, gracias por dejarme amarte y por amarme.
Iniciamos nuestra relación después de un par de años de amistad y proyectos de trabajo, unos meses antes de la pandemia. Libres y abiertos. Sin compromisos. Los primeros años casi no veíamos a nadie más, así que construimos un universo de amistad, complicidad, cine, vino, música —mucha música— y largas conversaciones.
3.
El tiempo fue pasando y me empecé a enamorar de ese hombre sensible, dulce, inteligente, creativo y atento. Pero ése no había sido nuestro trato. No era mi plan, y ninguno de los dos queríamos novio o novia. Él no creía en el amor, o eso decía. Yo no confesaba mis emociones, y empezaba a notar cambios en su persona.
Iniciamos un proceso muy lento y hermoso. Nos abrimos al amor divino y llegamos a la conclusión de que nos amábamos y no queríamos compartirnos con nadie más. La exclusividad en los tiempos del poliamor; puede sonar retrógrada, pero para nosotros fue bella y mágica.
4.
Alcanzamos a hacer varios viajes juntos. Disfrutábamos descubrir lugares nuevos o ya conocidos. En los viajes él se relajaba. En la cotidianidad trabajaba siempre. El verano de 2022, fueron las vacaciones más largas de su vida. Para los dos fue un verano inolvidable. Estuvimos en Estocolmo, la ciudad donde nací. Se desconectó del trabajo, casi no veía su celular; tomó clases de inglés y conoció a mi familia y a mis amigos y amigas.
5.
Después de su muerte, alguien me dijo: «No apreciamos lo que tenemos hasta que lo perdemos». No es mi caso. No fue nuestro caso. Nos apreciamos muchísimo, nos lo decíamos a cada momento y lo vivimos con plenitud.
Me siento muy agradecida con él —contigo—, con la vida, y por haber construido juntos un universo tan profundo, tan grande, tan hermoso. Gracias