Estudiante de Letras Hispánicas (UdeG)
Un hueco líquido en la mancha ortográfica,
el rincón caliente, escalones bizcos,
fin del encierro, lágrima amrilla.
Sale de su escondite (cuerpo apestoso y cerrado),
rompe el espacio, abre los muros,
agua cae al agua, balsa cae al agua,
agua en remolino al fondo del abismo.
Un cilindro blanco, incompleto, higiénico,
vueltas y vueltas de piel blanca, cicatrices de mariposa,
esqueleto oscuro relleno de aire.
Hay que despellejarlo, hay que arrancar rectángulos de piel,
no sangra, no le duele, sobrevive.
Y entra en la natural puñalada
de montes pomposos
y limpia el espacio,
suda, se moja, se ensucia… se va.
Y al final resuena el eco de una frase hecha:
“Lavarse las manos antes de comer y después de ir al baño”.