(Guadalajara, 1963). Autora de Sigilosos v(u)elos epistemológicos en Sor Juana Inés de la Cruz (Ed. Iberoamericana / Vervuert, 2007).
Noé Jitirk, su memoria, se entrelaza en la distancia con la de Tununa Mercado, Premio Sor Juana Inés de la Cruz, otorgado por la Feria Internacional del Libro a la mejor novela escrita por una mujer, por restituir en esa magistral novela, Yo nunca te prometí la eternidad, la marca de un enigma, la presencia en un momento de desaparición, la búsqueda o recuperación a tientas de esa marca, de ese origen o ultraje, a través del tejido variado, polifacético de la memoria, de la escritura.
Tununa y su diálogo a diario con Noé, en el análisis de sus sueños, su conversación en esa hermosa casa en el centro de Buenos Aires, que tuve el gusto de visitar, deleitándome con todas las pinturas y objetos de arte. Las composiciones con grafías de León Ferrari. Libros tapizando paredes. Los ventanales bañados de sol. La extensión de ese espacio acogedor y colorido hacia un patio apiñado de macetas, flores, abierto hacia el cielo y la ciudad.
La generosidad de Noé al guiarme por las calles de Buenos Aires, a qué barrio llegar para hospedarme, dónde tomar los camiones en cada esquina.
La invitación al concierto con ellos me llenó de felicidad. Subir por ese elevador antiguo, con enrejado de metal, hasta el último piso, donde habitaban, y con ellos viajar a un concierto en un palacio rodeado de jardines, en honor a un gran director de orquesta. En un círculo mágico, en el centro el director y a mi lado Tununa y Noé. La música como celebración de esa amistad.
Después, el atasco del coche, sin gasolina. Sin teléfono Noé ni yo. Estuvimos varados conversando dos horas o más. Quizá tres, esperando a la grúa. La desenvoltura, la inteligencia, la sensibilidad de Noé. La paciencia, la serenidad y la benevolencia de Tununa.
Tununa me guio a una de las mejores librerías de Buenos Aires, en la avenida Corrientes. Cada uno me regaló un libro suyo. Me enteré de que un joven estudiante venía todos los días a hablar con Noé, en el espacio interior que daba hacia el patio, pues estaba escribiendo un libro sobre sus conversaciones. Noé, su amplio conocimiento de la literatura y su aguda penetración de conceptos abstractos, compartidos por la calidez de la plática.
Tuve la suerte de ir a una presentación de Daniel Saldaña en la hermosa casa antigua de la editorial Ampersand, a unos pasos del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, donde en esos días ofrecían un ciclo de películas de Jean Renoir. Ahí pude enterarme de la serie sobre escritores en la que participó Noé. En una de las Ferias del Libro de Guadalajara compré esa su autobiografía literaria.
Noé y Tununa estuvieron en mi casa, la casa de mis padres, después de la entrega del Premio Sor Juana Inés de la Cruz, en el año 2007. Tuve la fortuna también de estar en su apartamento de Ciudad de México poco después de la deliberación.
Lo que más me queda presente de Noé es su erudición, su agilidad mental, su espíritu curioso, ávido de conocimiento. Su lucidez y su extensa memoria. Su amplia cultura. Su exquisito gusto y su joie de vivre. Su amor por Tununa. Su gentileza y su generosidad. Un gran crítico literario. Amante, al igual que Tununa, de la música. Los dos me expresaron su admiración por el pianista Raúl Herrera y su novela histórica La sangre al río.
Hace muchos años, cuando estudiaba mi doctorado en la Universidad de Texas en Austin, Noé viajó a dar una conferencia al Departamento de Literatura Latinoamericana y Española de mi universidad. Lo había invitado mi mentor y director de tesis, Enrique Fierro. Los caminos se cruzan. Años después, fui invitada a fungir como jurado del Premio Sor Juana Inés de la Cruz y volví a reencontrarme con Noé.
Noé estuvo en la mesa de presentación del Premio Sor Juana, celebrando el genio de Tununa y el merecido galardón.
Noé Jitrik y Tununa Mercado: dos vidas llenas de amor por las artes, el conocimiento, la literatura. Dos talentos extraordinarios. Dos grandes amigos.