Tiempo de Irlanda / Jorge Fondebridler

A DIFERENCIA de lo que ocurrió con la literatura estadounidense —desde un principio considerada como una entidad independiente de la literatura inglesa—, y a pesar de los cuatro premios Nobel hasta ahora otorgados a sus escritores, sólo en los últimos 40 años la literatura irlandesa ha comenzado a ser percibida por los lectores del mundo entero como un cuerpo de textos singular y con características absolutamente propias que la distinguen de la literatura de sus prepotentes vecinos. Un criterio netamente colonial, empleado discrecionalmente según la conveniencia del caso, la mantuvo por décadas en el incómodo lugar de subespecie de una literatura ajena. Sin embargo, como bien señala el poeta Peter Sirr en la entrevista realizada para este número de LUVINA, hay en la poesía irlandesa, respecto de la inglesa, una «diferencia de énfasis, una atmósfera emocional distinta, un tipo diferente de ambición», características que, si se me permite, también pueden rastrearse en la narrativa y en la literatura dramática.

Con el objeto de ilustrar estas cuestiones, LUVINA propone a continuación un breve recorrido por distintas instancias de la literatura irlandesa del siglo XX. Así, se revisan en este número varios aspectos de la obra de James Joyce, Samuel Beckett y Flann O’Brien —tres de los mayores escritores de la isla— y se reproducen textos espcialmente traducidos de los narradores Liam O’Flaherty y John McGahern. Asimismo, se ofrece una selección de poesía irlandesa contemporánea —con textos de Moya Cannon, John Montague, Derek Mahon, Eiléan Ni Chuilleanáin, Paul Muldoon, Harry Clifton, Gerard Smyth, Matthew Sweeney, Peter Sirr y Joseph Woods—, que abarca un espectro lo suficientemente representativo como para ilustrar su diversidad.

En todos los casos, tanto los artículos como las traducciones se les solicitaron a narradores y poetas de México (Carlos López Beltrán, Pura López Colomé, Pedro Serrano), Argentina (Silvia Camerotto, Gerardo Gambolini, Carlos Gamerro, Inés Garland) y Chile (Verónica Zondek).

Es de esperar que este modesto paso sirva para despertar la curiosidad de los lectores de lengua castellana y para permitir un mejor conocimiento de una de las tradiciones literarias más ricas de Occidente.

 

 


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