Seis en punto / Evelyn Jannet Esparza López

Preparatoria Regional de Tala, 2014 B

“Las seis en punto”, dijo para sí misma después de mirar su reloj con impaciencia como lo había hecho por los últimos veinte minutos en un extraño intento de apresurar el tiempo y verlo caminar hacia el andén con sus maletas en la mano.
     Pensó en el pasado cuando se observó como una pareja caminaba hacia donde ella estaba. Recordó las escapadas nocturnas para mirar las estrellas; los bailes sin ritmo bajo la lluvia; el olor del perfume que desprendía su camisa al abrazarlo y sus labios, esos labios tan finamente tallados que había besado en tantas ocasiones. Pero también le vinieron a la mente todos los gritos, las peleas, los celos, esa ruptura… Sacudió la cabeza para ahuyentar sus pensamientos porque, de todas maneras, él escaparía con ella a un lugar en el que pudiera comenzar de nuevo.
     Volvió a mirar su reloj: 6:24 p.m. y aún no había rastros del hombre al que esperaba. Vio el tren aproximarse a la estación, sus nervios se convirtieron en una desesperación y pánico que se reflejaban en sus pupilas dilatadas y sudor en sus manos. El tren partía a las 6:30 p.m. Era momento de subir.
     Resignada subió, con lágrimas en los ojos dio una última mirada a la estación con la esperanza de que estuviera allí. No estaba.
     Se dirigió a su asiento y se hundió en él. El tren comenzó a avanzar adentrándose cada vez más en el bosque y ella comenzó a admirar la belleza del paisaje. Robles, abedules y un hermoso atardecer con bellos tonos dorados que envolvían el interior del tren con un halo de luz asombrosa. Por un momento se olvidó de todo lo sucedido y se quedó dormida casi al instante.
     El viaje fue largo y, al despertar, admiró una ciudad sombría. Sintió el frío que se filtraba sigiloso por la ventanilla y a la par pudo percibir la calidez de un cuerpo a su lado. Giró su cabeza y esperó a que sus ojos se adaptaran a la penumbra que reinaba en el vagón para poder distinguirlo: era un chico de facciones delicadas y un rostro pulcro y apuesto que dormía plácidamente. Una sonrisa pícara apareció en ella dejando ver sus hoyuelos. Mordió su labio inferior y dirigió su mirada al techo sintiendo ese cosquilleo tan peculiar en el estómago. Pensó que tal vez no había sido tan malo que su novio la abandonara.

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