La casa devastada [fragmentos] / Carlos Cociña

05

Anexo 05.2
La nave rectangular, cubierta de enormes lápidas, un laberinto de habitaciones abiertas, lleno de puertas sin puertas, es un instrumento para que las cosas sucedan. Espacios híbridos, con topologías democráticas de espontaneidad, convicción y alegría. Allí cada metro cúbico de madera evita una tonelada de dióxido de carbono respecto de una estructura de ladrillos. Edificaciones abiertas, fluidas, transparentes, con interiores secretos, misteriosos, y exteriores introvertidos. En la naturaleza del espacio doméstico están las exigencias emocionales, que se relacionan con la naturaleza, los formatos inéditos y las emociones de un pez petrificado en una ola.

 

Anexo 05.3
Los lugares de la hacienda urbana son una desmesura. El interestaciones es un espacio abovedado de aire y luz, detenido, ruidoso, sin presencias ni horizontes. Sobre el escondite, lo que parece no lo es. El sistema de transporte público es una red lógica y perfecta en su diseño. En la ciudad, un desastre previsible. Los fenómenos como la innovación, la revolución y la creación forman un modelo de situaciones para mantener el equilibrio anterior al lenguaje. Lo que importa son los espacios sutiles.
09
La profundidad del sonido se extiende en los pueblos intermedios. Allí la música es orgánica, de madera y cuero, de profundidad doméstica. Se hace tejido, enlace, arteria, un tapiz escarlata que se arma en ríos, pozas, riachuelos, lagos, cuerpos de agua absorbidos por las estepas urbanas. En ellos, aún es posible que existan manos verdes y escaleras de siete peldaños. Actitudes, ventanas, lugares que hablan.

 

Anexo 09
Existen huellas sonoras, se puede escuchar la historia en el viento que pasa por desfiladeros y construcciones. Un coro fonético que cuenta y narra el paso o donde estuvo el aire. Se superponen trazos de viento en el espacio en que un árbol, desde la semilla, estuvo, hasta que cayó y se deshace tierra. En el aire está también un hombre, y su paso queda en transparencia.

 

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En el silencio de una casona de adobe, de fachada continua, con alero y dos patios interiores. Al fondo un parrón, un gato, el sol, unos tiestos enlozados y dos ancianas vestidas con cotonas a cuadritos, y almácigos de flores y plantas.

En un espacio, un ensueño del infierno provinciano, inventado por las clases dominantes de un país centralizado, se bebe un vino antiguo, no apto para enólogos, perdido en lo profundo de la ruralidad, con orégano, comino, ají de color y ajo. La amarga infusión de hojas de dedalera, recolectadas a primeras horas de la tarde, enciende su principio activo, en una acción directa al corazón.

En el sonido de las viejas cocinerías rurales, golpeado y azotado, se escucha el crepitar del asador de maqui ubicado en la cordillera, a orillas del río y a caballo entre un pueblo y la villa, visitada, tranco a tranco, por arrieros y bandoleros que habitan las cuevas cordilleranas, con poncho, sombrero, corvo y revólver a la cintura. La añoranza de aldea es citadina.

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Las extensas praderas de raps en flor se extienden entre lomas de otros verdes, y sus flores en explosión hacen imposible su amarillo. No se puede decir, no se puede contar sino algo como la sensación que ello produce, pero su color y extensión, entre las lomas de otros verdes y un cielo al amanecer, son indescriptibles, como lo es una plancha sobre un pantalón en un departamento de la ciudad. Esas extensas praderas de raps en flor no tienen posibilidad de ser puestas en una tela o en una fotografía, en un relato, en un silencio entre aires que se respiran de repente. La inutilidad de los códigos se hace evidente en la visión, también un código, un mapa de aquello que nunca podrá estar sino en las extensas praderas de raps en flor.

 

Posible

03
Siempre alguien te ve, antes, mucho antes, antes que las cámaras. Un animal acecha en los intersticios de ventanas y puertas, en el reflejo de superficies pulidas, a través del aire o la sombra de matorrales, bosques y construcciones. O percibe alguna vibración con otros sentidos, que descubre tu posición, aun en las estepas más extensas y desoladas. Cerrados los espacios, alguien te ve en los golpes de luz o en la ausencia de los mismos. Algo está allí sin presencia. Alguien te ve en lo que sospechas.

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