Poemas / Óscar Hahn

     Muerte de un poeta
    
     ¿Qué estará pensando Gonzalo
     Rojas qué poema imposible
     estará fraguando su mente
     en estos dos meses de agonía
     qué pacto insondable
     con las sombras?
     Dijeron que se hallaba
     en estado de sopor
     Dijeron que le quedaban
     dos días de vida
     Pero yo me dije: el que supo vadear
     las aguas de lo Oscuro
     no se va a hundir tan fácilmente
     en el río Aqueronte
     No va a cantar victoria la Muerte
     no va a izar sus negros pendones todavía
     Y es así como Gonzalo Rojas
     hondamente caído al fondo de sí mismo
     pero colgando de una hebra
     de esta vida
     le dijo a la Muerte:
     Un poco de paciencia amiga mía
     no se ponga nerviosa
     déjeme terminar este poema
     como Dios manda
     Y se pasó dos meses pergeñándolo
     mientras los médicos iban
     y venían de su cuarto
     sin entender por qué
     ese hombre seguía respirando
     Puso el último verso
     en la postrera estrofa de su vida
     y el tiempo se detuvo
     en la fecha precisa:
     veinticinco de abril de dos mil once
     Estoy listo le dijo a la Muerte
     No tengo nada más que hacer
     en este rumbo
     Miró con ternura
     su cuerpo tendido en la cama
     se dio un beso en la frente
     y desapareció en el infinito
     con una sonrisa en los labios
    
    
     Digo yo

    
     ¿Y si Dios no fuera tan grande como dicen
     sino del tamaño de una cabeza de alfiler?
    
     ¿O más mínimo aún: quizás como un átomo
     o como una partícula subatómica?
    
     ¿O acaso más pequeño: tal vez como un quantum
     de una nimiedad inconmensurable?
    
     ¿Y qué tal si no fuera el Ser Supremo
     sino el ser supremamente ínfimo?
    
     ¿Y qué tal si hubiera creado al hombre
     a imagen y semejanza suya?
    
     Digo yo
    
    
     Reloj de pie    
     I.

     En mi casa
     tengo un reloj de pie
     que me saluda cada hora
     con melodiosas campanadas
    
     De noche camina
     se para junto a mi cama
     y se queda en silencio
     velando mi sueño
     hasta que despierto
     Después va a la cocina
     me prepara el desayuno
     y regresa a su sitio
     contra la pared
    
     Y así
     día tras día
     noche tras noche
    
     Cómo me gustaría
     hablar con mi reloj
     cómo me gustaría
     preguntarle algo
     que toda la vida
     he querido saber
    
     Cómo me gustaría
    
     Pero tengo miedo
     tengo mucho miedo
     de que me responda
    
     II.
     Mi reloj ha muerto
    
     Murió
     como siempre vivió:
     de pie
    
     Se le fue
     descascarando
     el barniz
     poco a poco
    
     Para avanzar
     sesenta minutos
     se demoraba
     dos horas
    
     Daba las campanadas
     muy bajito
     con un sonido
     casi imperceptible
    
     Una tarde
     las manecillas
     de mi reloj
     se detuvieron
     y el péndulo
     dejó de oscilar
    
     No quise sacarlo
     de su sitio
     y enterrarlo
     en el patio
    
     Lo dejé ahí
     contra la pared
     hasta que se convirtió
     en un montículo
     de cenizas
    
     Puse las cenizas
     en una pequeña
     caja de chocolates
    
     Ahora la cajita
     da la hora
     puntualmente
    
     Y toca música.

 

 

 

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