Dolor / Ana Garcí­a Bergua

Claro que duelen las cirugías; hay unas de las que me he echado una recuperación de dos meses con dolores horribles. Pero vale la pena. No dejar que el tiempo te devore, ganarle al tiempo. Me veo más joven que nunca, de verdad, mucho mejor incluso que a los veinte años, sin esos barros que tenía y los complejos. Y la timidez, la inexperiencia. Con este cuerpo y todo lo que sé, voy arrasando. Aunque me duela, no hay problema. Nunca lucí así, me siento orgullosa. Sí duele, claro que duele, pero trato de no pensar en el dolor, ¿para qué? Tomo muchas pastillas: para la inflamación, para la fiebre, para las articulaciones, para el dolor. Sí, para el dolor. Muchas, como diez, y no son baratas. Pero no me importa. ¿Ya viste los glúteos? Como de gimnasio. Y las chichis, copa 36 bien paraditas. Las cicatrices se disimulan, tengo un excelente cirujano. Y los pómulos. Cuando me los hicieron, me dolía toda la cara, los dientes, los ojos. Fueron después de la nariz, la nariz es lo primero que te haces, ésa duele un montón. Ya mucho menos, aunque a veces cuando sonrío la cara me lo recuerda, pero ni modo.
      De joven, ni de lejos me imaginaba que me podía ver así, nunca lo hubiera soñado. Tampoco tenía el dolor; la verdad, ahora fue mucho. Pero va pasando, hasta la siguiente operación. ¡Ay, claro que habrá una siguiente! Esto no se sostiene para siempre, cada tanto hay que reafirmar, levantarlo todo otra vez. Y estoy pensando que todavía tengo detalles: las orejas, por ejemplo, las quiero más chicas y pegaditas a la cabeza. Y los ojos más levantados. Y me quiero quitar la carne que cuelga del brazo; aún no es mucha, pero no hay que confiarse. Y aspirarme una grasa del vientre que con la dieta sola nomás no. Y hacer ejercicio, claro, aunque ahora todavía duele, duele mucho moverse. Cuando duele así, me tomo unos analgésicos de los potentes y poso frente al espejo: verme así me calma, me consuela de esos como alfileres que a veces siento que se me entierran. Suben por las piernas hacia los glúteos, lo de las chichis empieza abajo de las axilas y se va hacia el centro. Y es fuerte. Y la frente y las mejillas arden. De repente me siento muy, muy cansada, sin energías por tanto dolor, no puedo ni caminar. Como si fuera una viejita, ¿tú crees? Los tacones me destrozan, pero ¿cómo no voy a lucir este cuerpo con tacones? Las pastillas me tienen un poco atontada y mejor no bebo porque me cruzo y no te digo. Empiezo a decir puras tonterías. Bueno, a los chavos no les importa, se divierten. Son jóvenes y lo único que quieren, a fin de cuentas, es agarrar un cuerpazo. Y las cositas que yo les enseño, muchos trucos que me sé les fascinan. A veces estamos en pleno asunto y el dolor me interrumpe, es horrible. Y ni modo de decirle al chavo: «Oye, hay que parar porque la cirugía todavía me duele».
       El doctor me dijo que ya podía hacer lo que quisiera, el dolor queda un tiempo, pero se va yendo. No, pues a lo que te truje, eso quería yo, ¿no? Y tienen muchísima energía, los jóvenes, son como toros, me vuelven loca. La verdad, no me acordaba de que fueran tan así, mi último novio tenía cincuenta. Pero ya no quiero de ésos. A éstos nunca les digo mi edad; claro que sospechan algo, pero se hacen guajes. Por ahora tres: uno que conocí en Guadalajara, otro en Toluca y uno del bar a dos cuadras de mi casa. Pues así, en los viajes, ya te dije que vendo Avon. Pero Avon a escala nacional, tengo un puesto alto. Y pues en el hotel al que me manden, una copa en el bar, ir a bailar, ya sabes. Vivir la vida loca. Con eso soñaba yo, oye, con la vida loca: bailar, coger, hacer de todo y que nadie te rechace. Hay cuartos de hotel con espejos, y mientras estamos dándole vuelo a la hilacha, me miro lo bien que quedé, eso me hace feliz. Hasta pienso que merezco a un chavo operado también, que se vea así de perfecto. Pero chavo, chavo joven, claro, para que tenga la energía. Tomo unas pastillas muy buenas que te suben la pila al cien, lo malo es que bloquean a las del dolor y tengo que escoger. Toda la pila con dolor, o sin dolor pero con hueva. Contradictorio, ¿verdad? Es que quiero vivir, se entiende, ¿no?, vivir, así, con intensidad, bien viva. Y eso, sin un cuerpazo, está difícil. Por eso. Aunque duela. Me lo merezco, luego de tantos sufrimientos que te da la vida.

Comparte este texto: