Poemas / Rajathi Salma

Lago

Con la cara oscura de lánguido suspiro
El lago yace plácido e inmóvil

Hace unos días,
Tiraste
Tus cálices vacíos en él
Sin pausar un instante;
Y el lago los recibió
Sin protesta

Otro día
Enjuagaste tu cenicero,
Echando la ceniza en sus aguas

Ayer incluso
Al escarnio de nuestro amor
Que se ha agriado, escupiste
Furioso en el agua.

A cualquier hora —sin importar
Cuándo del día—
Tiraste tus desechos
Ahí y te limpiaste.

Hoy, sin recordar
Nada de esto, te preparas
A saciar tu infinita sed.

Éste no es un río que carga
Tus tóxicos efluvios en la corriente
Sino un lago, plácido e inmóvil

Agua, acumulada
Un estanque inmóvil
Que carga con todo sin perder nada.

 

Imagen

Pisada en la oscuridad,
La cucaracha fue molida
Hasta la pulpa. Toda la noche,
Una armada de hormigas ha
Limpiado el cuerpo de carne,
Dejando sólo el armazón vacío para mostrarme
La imagen de mí misma
Con alas que ya no pueden elevar el vuelo
Y patas de palo —ahora redundantes e inútiles.

 

Contrato

Mi hermana me silba con furia
Lo que mi madre me susurra con tacto:
Que todos los fracasos
En el lecho conyugal
Son míos y sólo míos.

Las primeras palabras que escucho
Cada noche en la alcoba:
«¿Qué te pasa esta noche
Éstas son, casi siempre,
También las últimas palabras.

Un dedo apunta a un trueque lascivo
Al aire de noches timoratas, esperando la redención
Por diez millones de estrellas brillantes,
Flotan palabras de sabio consejo

Incapaz de alimentar a sus crías,
La gata llora como una niña;
Y su llanto
Me desgarra el hígado.

Tú, también,
Tendrás quejas.
Mi posición, sin embargo,
Se ha hecho clara
Al tiempo y a la historia.

Para recibir
Un poco de tu amor
Incluso turbio como lo está —

Para cumplir
Mis deberes
Como la madre de tu hija —

Para que traigas
Toallas sanitarias y anticonceptivos
Del mundo exterior;
Y para buscar más favores mezquinos —

Para darte un poco de órdenes,
Si pudiera —
Para afirmar un poco
De mi autoridad —

Mi vagina se abre,
Y sabe todo lo que debería.

 

Pasada media noche

En los días después de mi embarazo y parto,
Buscas, insatisfecho,
Entre la familiar desnudez de nuestras noches,
El pasado intacto de mi belleza.

Mi cuerpo hinchado
Mi vientre arrugado de estrías,
Son verdaderamente repulsivos, me dices;
Y también que
Mi cuerpo no cambiará —
Ni ahora, ni nunca

Mi voz, largo tiempo enterrada
En un un pozo de silencio,
Musita para sí misma:

Sí, es verdad
Tu cuerpo no es para nada como el mío,
Con su fanfarria
Y su flagrancia

En los años pasados,
Podrás haber tenido hijos
De mujeres extrañas en tierras desconocidas.
No queda ninguna huella en ti, por supuesto —
Puedes estar orgulloso de ello.

¿Qué puedo hacer yo ?
Estas estrías son
Como mi descenso:
No tan fáciles de reparar o remendar.
Este cuerpo no es papel que puedas cortar e injertar.

La traición de la naturaleza
Ha sido mucho más terrible conmigo que contigo.
Fuiste tú, después de todo, quien comenzó
La primera fase de mi caída

Las horas después de la media noche,
Cuando los sueños crecen en oleadas
Son de más calamidad
Que las horas anteriores.

Ahora es pasada media noche;
Deja su quieta percha dentro de un mural,
El tigre se monta en mi cabecera
Y se sienta ahí, y me mira.

 

Una noche y otra

1.
Otra noche
Se desliza marchita
En los resquicios de la soledad.

Piernas demasiado débiles
Para escalar las paredes
Caminan en la oscuridad
De los aposentos interiores.

Al calor de los respiros
Exhalados por el acomodo
Del cuarto, se levanta
El pungente olor del azufre.

No puede haber segunda opinión
De la futilidad del intento
De excavar y deshielar
Los sueños tanto tiempo congelados

Podría haber especies
En este universo que viven
En placer, subsistiendo solamente
De sus presas y cortesías conyugales.

La sucesión de tensas noches
Y los quejidos inquietos de la niña
Se volverán
Una fuente de burlas en mi contra.

 

2.
Esta existencia
Es complicada —
Como la vida de un gato
Que se esconde en la cocina

Una gruesa capa de crema se ha formado
Sobre el té que espera a ser bebido;
Su olor quemado me acosa.

En las salas de estar
Llenas de bullicio humano
No hay nadie con quien
Pueda yo volverme conocida.

La soledad en el baño
Crea miedo, que viene de
La revulsión por la desnudez.

Casas erigidas dentro de jaulas
Ejercen su bullicio y ajetreo
Sólo para asustarme.

En jardines levantados
Entre muros, no hay sombra
Para sentarse a descansar.

Ni se asegura la privacidad
En los espacios abiertos
De la terraza de arriba.

No hay asiento en dónde
Sentarse cómodamente
Con los pies colgando.

Si mi hija
Me prestara
Su cuna,
Dormir podría volverse posible.

 

Versiones de Héctor Ortiz Partida, a partir de las versiones
del tamil al inglés de N. Kalyan Raman.

 

 


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