Antonio Gálvez Ronceros y lo moral maravilloso / Ví­ctor Coral

Antonio Gálvez Ronceros y lo moral maravilloso / Víctor Coral

Liminar
      El autor es ampliamente conocido en el Perú como uno de los mayores cultores del cuento, junto con Abraham Valdelomar, Julio Ramón Ribeyro y Guillermo Niño de Guzmán. Además, es considerado uno de los más grandes narradores vivos, junto con Mario Vargas Llosa. En esta ocasión nos ofrece su primera novela corta, que además de proponer con éxito un juego temporal en el desarrollo de la diégesis, mantiene lo mejor de los rasgos idiosincrásicos de su escritura: el humor, la ironía, la palabra precisa (le mot juste, como decía Flaubert) y la expresión popular deliciosa y enriquecedora.
      Vale mencionar que Antonio Gálvez Ronceros, con esta novela, continúa ampliando su universo narrativo, alejándose de su opera magna, Monólogo desde las tinieblas (1975), donde no sólo consigue capturar el habla y la forma de pensar de los campesinos afroperuanos de la costa del Perú, sino que también los empodera por encima de la racionalidad pragmatista urbana.
      Dicho esto, valdrá la pena definir algunos conceptos enunciados en este texto antes de proponer algunas consideraciones finales.

Definiciones
      De las nueve acepciones que da el ineludible drae para definir moral, claramente al autor le interesan la primera y la segunda («1. adj. Perteneciente o relativo a las acciones de las personas, desde el punto de vista de su obrar en relación con el bien o el mal y en función de su vida individual y, sobre todo colectiva»; 2. adj. «Conforme con las normas que una persona tiene del bien y del mal»), pues en ellas se basa su narrador principal para dirigir sus implacables dardos y fuetazos con el fin de dejar en evidencia las deficiencias de carácter y de espíritu de sus personajes, en su mayoría poetas autoengañados, filósofos ensoberbecidos, intelectuales vanos.
      Lo maravilloso apenas vale la pena explicarlo. Todos conocemos esa fructífera corriente literaria llamada «real maravillosa», que dio tantos libros admirados tanto ayer como hoy por generaciones de lectores. Baste recordar libros como El otoño del patriarca, Tres tristes tigres, Pedro Páramo, la cuentística de Cortázar, Terra Nostra, etcétera. 
      En el caso de esta novela, es notable la manera en que Gálvez Ronceros logra antropomorfizar a un perro callejero hasta el punto de darle habla y convertirlo en el surtidor de las diversas y desopilantes historias de que está compuesto el libro.
      Para algunos despistados y despistadas será necesario recalcar que lo moral en esta novela, y en la mayoría de las grandes novelas con contenido moral en Occidente —tal como se puede ver con claridad en las acepciones del drae—, nada tiene que ver, directamente, con ningún contenido político preciso.

Divertir y fustigar
      Parafraseando el título del libro de Foucault, creemos que estas dos acciones humanas son claves en Perro con poeta en la taberna. Si la novela sólo se hubiera limitado a fustigar el obrar y el envanecerse de poetas y creadores, el texto no habría pasado de ser un libelo, un roman à clef cuyo mayor interés sería identificar quiénes son los personajes aludidos.
      Por fortuna —y como era de esperarse de un consumado esteta como Gálvez Ronceros—, la novela va mucho más allá, para convertirse en una hilarante parábola laica en la que dos rasgos humanos repu- diados universalmente son puestos en evidencia en el obrar de ciertos personajes: la vanidad y la soberbia. No en vano estos sentimientos negativos humanos han sido históricamente repudiados en todas las sociedades, tanto occidentales como orientales. Principalmente porque son antisociales: separan al individuo de la gente, lo convierten en un ente odioso y hasta repugnante.
      Cuando el delicado artesano literario que es Gálvez Ronceros imbrica finamente el humor, el sarcasmo y la expresión lingüísticamente proteica con la severidad del señalamiento del error, construye un discurso único que sólo tiene parangones en novelas como El Señor de las Moscas, La naranja mecánica y Estrella distante, entre otras similares. Pero también en su propia obra hay antecedentes primarios de esta propuesta: el cuento largo que cierra La casa apartada (2016) y algunos cuentos cortos de su notable Historias para reunir a los hombres (1988).

Consideraciones tabernarias
      Acaso no falte el lector desactualizado que afirme que la novela moderna no debe tener un propósito moral. Que el escritor debe dedicarse a describir la realidad, o el producto de su imaginación, sin juzgar ni tomar posición. La única respuesta a esta posición es que no podemos retroceder a los ya añejos tiempos de la postmodernidad y sus relajamientos y relativismos. 
      La novela actual ha expandido tanto su espectro funcional y temático que la fundación o reactualización de una vertiente moral maravillosa resulta no sólo válida sino coherente en tiempos en que la corrupción y el desfallecer de los valores y principios amenazan con instalar la anomia y el cojudismo (Gálvez Ronceros dixit) en nuestra sociedad.
      No sé si me corresponda a mí decir esto, pero necesitamos menos ínfulas y más escritura; más conocimiento y menos aspavientos; menos filosofía y más cuidado en el pensar (como dijo Heidegger). En suma, más arte y personalidad y menos soberbia siempre infundada. 
      Con Perro con poeta en la taberna, Antonio Gálvez Ronceros no únicamente se asienta como uno de los grandes narradores peruanos vivos; además, empieza a ocupar un lugar preponderante en la novelística peruana. Algo que decididamente debe continuar para bien de sus lectores y de la literatura peruana.

l     Perro con poeta en la taberna, de Antonio Gálvez Ronceros. Escuela de Edición de Lima, Lima, 2018.

Comparte este texto: