De los antí­podas (pequeño cuento pseudokafkiano) / E. M. de Melo e Castro

¿Dónde estarán los antípodas? La pregunta parece innecesaria… porque todos sabemos que ellos muy probablemente están allí… del otro lado de la Tierra, haciendo lo que todos hacemos, es decir, tratando de sobrevivir presos por los pies y arrastrando esas partes del cuerpo, aparentemente en la superficie irregular llena de rocas agrestes y arenas movedizas del ya referido planeta, donde por casualidad habremos nacido.

      Sin embargo, a pesar de eso, podemos decir que no creemos que ellos, los antípodas, se equilibren en la posición inversa de la nuestra, durante todas sus ciertamente angustiosas vidas. Esto es, la cabeza hacia abajo y los pies hacia arriba, en dirección al Sol. Con todo, ciertamente ellos dirán que no viven con la cabeza hacia abajo y que nosotros nacemos con los pies hacia arriba, porque el Sol, ése, está siempre en el mismo lugar y nosotros, animales terrestres, somos los que andamos siempre de un lado a otro en la superficie irregularísima de montañas, valles, ríos y mares. Por eso nunca podremos estar seguros de dónde estamos, o hacia dónde vamos o de dónde vinimos o qué vimos. Porque ellos, los antípodas, tienen razón, aunque todo indique que ambos estamos en nuestra posición correcta, es decir, ¡con la cabeza en el aire! La Tierra, esa que se desplaza girando con una velocidad loca, aunque todos tengamos la impresión de que estamos parados a la espera de cualquier cosa que no sabemos lo que es… Y el Sol, que siempre está allí, que periódica y paradójicamente aparece y desaparece, viajando con una enorme velocidad, huyendo de sí mismo, lo que genera las sensaciones de día y de noche. Si bien los antípodas probablemente tengan razón, nosotros somos los que andamos boca abajo, aunque estamos convencidos de lo contrario, y por eso tenemos tantos problemas de salud mental. Pero los antípodas son ciertamente mucho más sabios que nosotros porque nosotros, venidos no se sabe de dónde, llegamos a esta Tierra mucho después de ellos y sólo recientemente descubrimos el camino aéreo que nos permitió descubrirlos, aunque todavía en estado de no existencia, o sea encubiertos por nuestro desconocimiento. Otros científicos históricos afirman que los antípodas no son realmente humanos… lo que es una hipótesis de una reprobable inhumanidad, porque todos sabemos que los humanos se han autodestruido desde hace mucho tiempo. Por lo tanto, nosotros seremos los antípodas de los antípodas auténticos que deambulamos miserablemente por el universo, intentando colonizar otros planetas con un clima parecido al de la antigua y gastada Tierra… Tierra que ya olvidamos completamente.
      Sin embargo, es ese olvido lo que nos permite sobrevivir de un modo aceptable en cualquier parte del universo, pensando que tenemos antípodas que nos garantizan por reflejo todo eso que somos y que parecemos, cuando la verdad es que ni nosotros sabemos rigurosamente quiénes somos y dónde estamos.
      Así surgió la probabilidad herética de ser nosotros los dioses que poblaron la antigua Grecia, pero que ahora no sabemos ya dónde estaba y dónde estará, ni lo que le sucedió al Olimpo, donde primitivamente vivimos felices… sin el conocimiento de los antípodas.

Traducción del portugués de Renato Sandoval Bacigalupo

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