Sobre la narrativa de Mario Szichman

Jesús Correa Páez

Luis Javier Hernández Carmona, profesor titular e investigador de la Universidad de los Andes, de Venezuela, es autor de más de una veintena de producción abarca artículos publicados en reconocidas revistas nacionales e internacionales. Sus publicaciones no se limitan a la presentación de ensayos aislados, sino que conforman un sostenido y agudo trabajo integrado sobre la pretensión de construir la arquitectura sensible del ser y del sujeto estético en la literatura, aplicando una perspectiva semiótico-hermenéutica que ha denominado semiótica de la subjetividad- afectividad u ontosemiótica[1]. Así que con el título Transgredir para historiar: la prospectiva narrativa de Mario Szchiman, consolida esta línea de trabajo investigativo.

En esta obra, configurada exquisitamente como un fractal finamente trabajado, Hernández Carmona se da a la tarea de indagar por la construcción de las semiosis que atraviesan la importante producción histórico-literaria de Szichman, patentizada en siete de sus novelas: La región vacía, Los años de la guerra a muerte, Las dos muertes del general Simón Bolívar, Los papeles de Miranda, Los judíos del Mar Dulce, A las 2:25 la Sra. pasó a la eternidad, y Eros y la doncella. Su propósito es, como él mismo lo indica, «analizarlas desde la transgresión del referente histórico a la certeza literaria. Donde transgredir es otra forma de leer el mundo a través de la historia que cobra nuevo sentido a partir del sujeto como acontecimiento».[2]

Este acucioso ejercicio de lectura y análisis desemboca en un riguroso ejercicio de develar los espacios de la enunciación, las circunstancialidades enunciativas que involucran lo íntimo, lo privado y lo público, desde donde se fraguan los discursos presentes en la narrativa de Mario Szichman, en la que «el sujeto invade el discurso narrativo para escribir la historia desde la perspectiva profundamente patémica que subvierte las instancias conmemorativas y cronológicas que indudablemente privilegian los discursos históricos desde las esferas del poder y el estatismo»[3]; y he aquí que emerge el foco que el investigador- creador privilegia, el sujeto enunciante y sus desdoblamientos a razón del ego, hic et nunc, que caracteriza al proceso de enunciación.

Éste es un texto que está edificado con minuciosidad, sin comprometerse directa- mente con teorías de autores, por lo que no realiza citas textuales de ellos, sino que argumenta a partir de la posicionalidad enunciativa desde donde Hernández Car- mona ha macerado a lo largo del tiempo el análisis literario, y que ha madurado en torno a la configuración de su semiótica de la subjetividad-afectividad como perspectiva metodológica; por ello se perciben las leves sombras de Ricoeur y de Husserl, que acompañan el discurrir analítico de Hernández Carmona y que fortalecen sus intuiciones.

En lo histórico y lo cotidiano que determinan lo tempo-espacial y la multiplicidad yoica o desdoblamientos del yo; lo primero evidenciado en el propio título en las lexías «historiar» y «prospectiva», que, amalgama- das en la intención analítica de Hernández Carmona, estarían implicadas en la modelización de la unidad de análisis, tal y como lo manifiesta: «De hecho, la categoría de análisis la he basado en la prospectiva narrativa en clara alusión a la visión de futuro negado que está contenida en la narrativa de Mario Szichman. Prospectiva narrativa que deviene en los deslindes entre realidad y ficción como formas de interrogar el presente y la construcción del futuro»;[4] que además se va a constituir en la valiosa herramienta con que, según el lector-investigador, la narrativa de Szichman propicia la complicidad entre autor y personaje «para que el lector se involucre en esas intrincadas historias cotidianas para que los roles se entremezclen como cuando el personaje se convierte en lector de su propia vida»,[5] es decir, la mímesis y el desdoblamiento en la literariedad del autor.

Es, pues, maestría del investigador cons- truir un texto que impele a la lectura de la producción de Szichman, pues, bajo el influjo de su accionar narrativo, el investigador analítico devela la fundamentación de lo sim- bólico en la narrativa de este autor, es decir, el mundo primordial que está comprometido y que fundamenta su ejercicio mimético.

Hernández Carmona asimismo da cuenta del proceso de metaforización recurrente en Szichman, quien, a través de la corporeización de los referentes, construye un mundo simbólico en constante refiguración dentro de su «grafismo testimonial»[6] que se constituye en mundo primordial de la narrativa literaria de Mario Szichman, entre lo histórico y lo cotidiano como eje de referencialidades.

Así que se siente una obra con gran peso analítico con fundamento universalista, aunque apunta sólo a la producción de un autor específico, Szichman. Es la primera impresión que surge desde el inicio al acercarse al primer capítulo, «Crónica histórica». Esta percepción es motivada, obviamente, por la certeza que produce el manejo, por parte del investigador, de la unidad de análisis y las categorías socioantropológicas que evidencian la acuciosidad, la entrega y el conocimiento desplegado en torno, no sólo de la unidad de análisis, sino del manejo elocuente de la hermenéutica, del simbolismo, de la fenomenología y de la Historia, lo cual da cuenta de la gran capacidad intelectual y sensible que distingue al investigador-creador, y que, aun a riesgo de ser redundante, trueca en una enorme y poderosa herramienta semiótica- hermenéutica que cataliza el análisis.

La narrativa de Szichman está preñada de formas simbólicas que son desmenuzadas y presentadas con maestría por el ojo avizor y la pluma certera del investigador-creador. La creación literaria portentosa del autor, atravesada por la imaginación creadora del Otro —el lector-investigador—, es lograda por la relación empática que permite des- doblar el sí mismo y el otro, lo idem y lo ipse, instaurándose y consolidándose en el sentir intersubjetivo; evidenciado en el desdoblamiento del sujeto sincrético, producido por la empatía entre el autor-creador y el analista- lector-creador, que permite la inferencia de los sentidos simbólicos que pasan de lo mítico a lo cotidiano, engastados en imaginarios «para referir toda aquella red simbólica que ha entretejido el hombre para comunicarse, y en ese empeño, dejar constancia ancestral de su paso por la historia». Latinoamericanos y arquetipos humanos. De otra parte, resulta por demás elocuente el recurso narrativo de acudir al teatro —por parte del autor que se estudia mediado por su obra narrativa, y por parte del investigador que, en abierta intención de imbricarse con el autor,[7] presenta su trabajo investigativo aludiendo a la forma teatral—, acontecimiento dialógico para producir la institucionalización del proceso de desdoblamiento del sujeto en narrador, personaje-narrador y personaje-lector que, a juicio del investigador, develan las semiosis concatenantes que se producen incansable e invariablemente en el conjunto de obras que constituyen la unidad de análisis; este recurso —el de referenciar al teatro— así lo justifica Hernández Carmona:

«para Mario Szchiman narrar es representar teatralmente los acontecimientos por los que el teatro o la teatralización son formas desde donde se otorga sentido a lo sucedi- do, dando la oportunidad de preparar auto- res y escenarios».[8]

Y es que Szichman, en su narrativa, hace constantes alusiones a escenificaciones, personajes, escenarios, hecho éste que se patentiza en las citas textuales de que se vale Hernández Carmona.

El texto de Hernández Carmona no sólo convoca a ser leído y degustado, sino que incita al acercamiento a la lectura de la obra de Szichman, pues ésta es mostrada en su propia esencia histórica y literaria como una narrativa desmitificadora, que se vale de re- cursos estilísticos constructores de imágenes establecidas como un logos teatral erigido como objeto dinámico de la semiosis que produce. Otro acierto resulta en que la obra en comento está trabajada milimétricamente, de tal suerte que las citas textuales que invoca se asemejan a una especie de jirones, partes de un todo, que guardan una asombrosa simetría, lo que produce la sensación de estar leyendo directamente la obra del autor, alimentada por el análisis que devela, pues las citas textuales que emplea para sustentar sus argumentaciones producen una línea narrativa similar a la que aquél trabaja, como un juego de espejos que multiplican la imagen, atravesando la epidermis y la dermis en busca del hueso explicatorio de lo simbólico en la narrativa de Szichman.

Transgredir para historiar: la prospectiva narrativa de Mario Szichman, de Luis Hernández Carmona. CDCHTA-ULA, Caracas, 2016.

[1] Conforme lo ha teorizado Hernández Carmona, en su tesis doctoral Hermenéutica y semiosis en la red intersubjetiva de la nostalgia (Universidad del Zulia, Maracaibo, 2010), esta perspectiva metodológica debe entenderse como marco que hace énfasis en el análisis literario que atiende al cuadrante semiótico autor-texto-contexto-lector, es decir, «semiótica de la afectividad-subjetividad [como] la semiótica inter- media entre la que podríamos considerar críptica y la semiótica crítica de la cultura. La primera es aquella que se radicaliza en el texto […] La segunda es la que hace énfasis entre el texto y el contexto, la gran lectura de los textos dentro del conglomerado social a partir de las tensiones y distensiones que producen las referencialidades culturales. En todo caso, refiero a la semiótica que privilegia al enunciante manifestado a través de la cadencia del texto, y al texto a manera de.

[2] P.7.

[3] Idem

[4] P.9.

[5] Idem.

[6] Esta categoría es propuesta por Hernández Carmona

[7] Así lo expresa Hernández Carmona: «Inicio este ejer- cicio interpretativo bajo una premisa que llamaré tea- tralización narrativa, puesto que toda esa obra es un escenario donde se transponen roles e intercambian máscaras y disfraces frente a los ojos y letras de quie- nes “montan” la escena», p. 10.

[8] P.7.

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