Opciones / Sagrario del Carmen Real Carrasco

Preparatoria de Tonalá

Entre calles y coches, bajo el rayo inclemente de un fiero sol que quema la piel y eleva la temperatura, hay un grupo de niños pequeños, de apariencia débil debida a la mala alimentación, con ropas sucias, desgastadas y sin color, que esperan sentados en la banqueta a que el semáforo –ahora en verde– cambie su color; mientras tanto, miran cómo la ola de coches pasa rápidamente frente a ellos.
    Cuando por fin ocurre el cambio deseado, se abalanzan al encuentro de los autos. Unos, con botellas de jabón barato y una vieja franela, limpian torpemente los parabrisas; otros, con pequeñas pelotas, parados frente a la masa de coches, realizan innumerables malabares, mientras que un grupo más se dedica a vender chicles y dulces por las ventanillas.
    Los conductores que están a la espera del verde del semáforo para arrancar a toda velocidad no hacen caso del espectáculo que se les ofrece, más bien les lanzan miradas de fastidio, por lo que no observan cómo el maquillaje que antes dibujaba en sus caritas una mueca que trata de figurar una sonrisa se va cayendo al compás de grandes gotas de sudor que bajan por sus frentes. Al terminar su trabajo, los niños se encaminan hacia las ventanillas de los coches… Algunas personas cierran las ventanas al instante, refunfuñando; otras, con una leve sonrisa y con lástima en la mirada, depositan en sus pequeñas manos unas cuantas monedas, a lo que los niños responden con una gran sonrisa…
    Esta escena se repite una y otra vez con los cambios de color del semáforo, y continúa hasta que, al haber reunido cierta cantidad, los niños regresan a sus casas hechas de materiales de desecho, y a sus vidas de carencias, a sus juguetes viejos o rotos… Así, hasta que llega la noche y les permite soñar con una vida diferente, resguardándose del frío con periódicos o cobijas viejas.
    Al amanecer, los rayos del sol les anuncian el nuevo día, y los niños que durante la noche soñaron con un hogar cálido y feliz, deben regresar a su realidad: la miseria o la muerte, las únicas dos opciones a que tienen derecho.

 

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