Escalera al vacío / Lizbeth Alejandra Ibarra Vázquez

Preparatoria 10

La noche volvía a su encuentro acompañada de su fiel seguidora: la oscuridad. No existe ningún buen refugio, está en cada rincón, donde ves lo que no quieres.
    Amanda corre cuando la noche anuncia su llegada, tal como las aves lo hacen para refugiarse entre los árboles. Sólo existe un arma contra ella, que siempre duerme y sueña bajo la cegadora luz que ilumina su habitación.
    Sus padres nunca cierran la puerta. Dejan que la luz que la resguarda salga al pasillo. Amanda está lista para dormirse, desde que es pequeña le teme a la oscuridad. A sus doce años aún sigue alucinando cuando no hay luz. Esta noche es fría y silenciosa, sólo un estruendo ensordecedor rompe con aquel silencio. Sus ojos se abren pero no hay nada, cree que aún duerme o que sus ojos continúan cerrados. Sus alucinaciones comienzan, pero teme gritar y que la encuentren; da varios pasos en busca de su arma pero comienza a caer y caer. Cree que está entrando en algún vacío. No siente dolor a pesar de los golpes, nada parece tener sentido.
    La mañana entra y vence a la oscuridad. La madre despierta. Amanda no está en su habitación. La llama y no responde. Un grito de horror demuestra que la ha encontrado.
    Amanda yace al fondo de la escalera. Su cuerpo extrañamente acomodado hace parecer que aún duerme, y el suelo, pintado de rojo, es el escenario perfecto para aquella escena.

 

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