Poema / María de los Ángeles Pérez López


La mujer pinta sus pies de verde y se sube a ellos.

De los talones nace el odio del asfalto,

su ennegrecida capa de petróleo

embetunando pájaros y niños,

forma de aminoácido esencial

que desgasta las alas, la llovizna,

las caracolas blancas peleando

contra el rencor viscoso de la brea.

 

Con una brocha grande, la mujer

pinta el verdor oscuro de las aguas

en las que se deslizan los arenques

y sus anillos de aire livianísimo,

también los hipocampos, las ballenas,

los moluscos marinos que retozan

en praderas de posidonias vivas

y se aparean en nombre del amor.

Igualmente la hierba de los prados,

el musgo cariñoso y los helechos

comienzan en los dedos desiguales

de los pies y remontan las rodillas

como salmones tibios desovando

a la altura feliz de las caderas.

 

Para el negro sudario del benceno

que atrapa las gaviotas y las lanza

contra la arena triste, enrarecida

del tiempo y el esfuerzo alquitranados,

la mujer se encarama en sus dos pies

y suelta el corazón como una tórtola.

 

a Guillermo Samperio, todos los zapatos del mundo

 

 

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