Tic-tac / Itzel Orozco Arciniega

Preparatoria 12

Sonó el despertador como era de costumbre. Los gritos de la panadería anunciaban que de nuevo era inicio de semana, y mi perrita se levantó para llevarme al baño. Después, la mochila me metió libros a la boca y me dejó esperando en la silla. Una vez fuera, debía darme prisa, pues la escuela llegaría tarde y ya no la alcanzaría. El carro se subió a mí y comenzamos a andar. Por el camino se veían muchas personas cargando sus coches, y muchos otros siendo devorados por el café y las donas. Era una masacre. Al llegar, la butaca puso su pesadez sobre mi rostro y la pluma comenzó a rayar mi cuerpo. Cada que ella cometía un error, arrancaba esa parte de mi cuerpo y comenzaba todo otra vez. La mañana comenzaba y, justamente, el reloj marcaba las dos de la tarde.

 

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