No escuches más a tus ídolos / Ana Paula Santana

A estas alturas, para hablar sobre alguien que presuma de ser rebelde en la industria musical hace falta un análisis concienzudo de las razones que persuadan —o puedan persuadir— al artista en cuestión para adoptar dicha postura. ¿Todavía podemos encontrar auténticos rebeldes en los escenarios? ¿Hay que seguir pensando en la rebeldía como un comportamiento cuya génesis es el rechazo a la autoridad?
     Jessy Bulbo es una mujer que ha manifestado varios síntomas del rebelde. Uno de ellos: la postura de femme fatale. Está consciente de ese poder en sus sensuales exhibiciones públicas, y a lo largo de su carrera ha sabido explotarlo: es costumbre entre sus fans el reclamo «¡Chichis pa’ la banda, chichis pa’ la banda!» en muchas de sus presentaciones, y la artista acata la demanda, porque además (y aquí hay otro síntoma de su rebeldía) su música proviene del punk, y no hay cosa que los punketos disfruten más que contrariar los roles sociales establecidos. No quiere decir esto que sólo por mostrar un poco de piel Jessy Bulbo sea una rebelde, sino únicamente que esta manifestación forma parte del personaje. Su verdadera rebeldía proviene de sus comienzos, con las Ultrasónicas, una banda de garage punk que se movía en la escena undergound noventera de la Ciudad de México. Puede que las Ultrasónicas no tocaran muy bien —ni tampoco cantaran bien—, pero hacían saltar a los capitalinos y corear letras de deliberada irreverencia como «Quiero ser tu perra» o «Vente en mi boca»; se trataba de una agrupación de cinco mujeres que actuaban histéricas, dejando a un lado cualquier convencionalismo estético que las identificara como una más de las banditas integradas por féminas. Era innegable que buscaban ser un icono subversivo, y no era sólo con sus letras como se lo proponían, sino también por los foros donde alcohol, sexo, drogas y slam confirmaban ese sentido de rebeldía que supone excitar el frenesí del público. Jessy Bulbo dejó la agrupación en 2002 por diferencias profesionales o personales, da lo mismo; sin embargo, declaró que, poco antes de su salida, las Ultras le estaban dando más importancia a la imagen que a la música que hacían, lo que habría contado como una de sus razones para dejarlas. Ocho años después, Bulbo se encuentra de gira por Estados Unidos, mientras las Ultrasónicas continúan con fechas para tocar en Ecatepec.
     Claro: los músicos también buscan ganarse la vida, y en la actualidad la forma de hacerlo es difundirse por las redes digitales, aceptar patrocinios de marcas transnacionales —como Converse—, tocar en foros donde el dinero llama y demás: todo con tal de compensar la poca o casi nula demanda del objeto disco. La cuestión es: ¿se demerita el carácter del ídolo sublevado por exhibiciones tales como la que da MySpace? ¿Tendremos que aceptar que, si el oficio se reforma, el rebelde también? Si así fuera, la idea del músico rebelde se ha ido desfigurando con el tiempo. Me niego a imaginar a los verdaderos rebeldes de la música siguiendo estos impulsos (John Lennon usando unos Converse que llevan su nombre, o las actualizaciones en Twitter de Bob Marley). Si la rebeldía de un músico se basa en buscar la fractura de lo establecido, tenemos un argumento palmario, y no hay discusión; sin embargo, conviene preguntarse cuánto de esa actitud conlleva el propósito de atracción de públicos, enmascarando otro artificio más de la mercadotecnia.

     La comprensión de la rebeldía como una naturaleza adolescente, válvula de escape o seguimiento de ideales —casi siempre por la emulación de personajes célebres— es algo que seguramente no le pasa inadvertido a Jessy Bulbo: «No escuches más a tus ídolos, óyeme a mí», manda en una canción de su último disco, Taras Bulba (2008) —de tendencia mucho más popera que cualquier otro material en su discografía. La evidencia es clara: las edades de sus seguidores oscilan entre 12 y 18 años, un público sediento de escuchar guitarrazos que sean insoportables para sus madres o tías; buscan el contenido que los exima de la realidad al ponerse los audífonos, y eso lo encuentran en la música de Jessy Bulbo. Para las mujeres es todavía más fuerte la carga de sentido, pues se ven identificadas en un personaje que habla y actúa enardeciendo la fortaleza del género —además de que es una mujer exitosa y objeto de idolatría. El hecho es que existe un nicho que pide a gritos un ídolo rebelde, y hay alguien que sabe cómo cubrir el puesto: vigorosa, con las garras de fuera. Sin embargo, Jessy Bulbo, al hacer este último disco más pop, al ocuparse de estrategias como un video bien producido y la difusión en una de las radios más populares de la Ciudad de México, se aleja, cada vez más, del origen de su propio personaje.

 

 

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