Los Ángeles como refugio / James Ellroy

     La nostalgia como técnica de mercado nos tiene enganchados
     a un pasado que no existió nunca. La hagiografía convierte en santos
     a políticos mediocres y corruptos y reinventa sus gestos más oportunistas
     para hacerlos pasar por acontecimientos de gran peso moral.
     Nuestra línea narrativa desde entonces se ha difuminado
     hasta perder cualquier asomo de veracidad y sólo una descarada sinceridad
     puede rectificar esa línea y ajustarla de nuevo a la realidad.
     James Ellroy,
     prólogo a América (American Tabloid),
     primera novela de la trilogía sobre Estados Unidos
     que se completó este año con Blood’s a Rover
    
    
     Una novela puede funcionar con una trama compleja y enorme,
     una cantidad inmensa de personajes y de maneras de narrar diferentes,
     mientras se conserve el control del estilo y se privilegie la claridad.
     James Ellroy
     (miércoles 1 de diciembre de 2004,
     Feria Internacional del Libro de Guadalajara)

    
    
        
    
     Ya no soy realmente un escritor de Los Ángeles porque mis novelas más recientes, América (American Tabloid) y Seis de los grandes (The Cold Six Thousand), tienen que ver más con Estados Unidos en general. Y mi nueva novela, Blood’s a Rover, tampoco está situada específicamente en L.A. Pero no me importa la manera en que quieran etiquetarme mientras eso venda libros.
    
     En 1981 dejé Los Ángeles para vivir en Brooklyn, Nueva York; Connecticut suburbano; Kansas City; Carmel, California; San Francisco, California, y luego regresé a Los Ángeles (2006). Regresé porque las mujeres siguen echándome de sus vidas.
    
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     Los Ángeles es el lugar al que corres cuando se te destruye la vida, y las mujeres te echan, y estás pagando la pensión alimentaria, y te tienes que esconder, pero tienes que encontrar más mujeres.
    
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     Escribí unas memorias para la revista Playboy. Llevan por título The Hilliker Curse. Son unas memorias sobre las mujeres y yo. Hilliker era el apellido de soltera de mi madre.
    
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     Tengo un perceptible acento de Los Ángeles. La gente que entiende de fonética puede escucharme y saber que soy de l.a. Es un acento del Midwest trasplantado. Como yo soy de l.a. estoy muy cerca de ese acento y pienso que mi inglés suena como el de cualquier estadounidense.
    
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     No sé. Hay que tener claro que ya no escribo sobre Los Ángeles, escribo sobre un Los Ángeles más viejo.
    
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     Yo soy un original, no provengo específicamente de otros escritores ni de una escuela. Yo no leo, no sé lo que se escribe en la actualidad. No conozco a los que escriben en inglés y sitúan sus novelas en Los Ángeles. Ni a los que escriben en español o en coreano o en chino. No lo sé. No se me da la literatura comparada.
    
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     Soy un genio. No podría explicar mi originalidad ¿Cómo podría explicar uno a Beethoven? No se puede.
    
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     Disfruto hacer la promoción de mis libros, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo. Me gustan las lecturas en las librerías, leer ante un público y hablar con los lectores. Es una gran alegría para mí. Me interesa lo que tengan que decir sobre mis libros, me interesan sus interpretaciones y por extensión, a pesar de mi extraño desapego, me interesan sus vidas.
    
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     Mis libros son muy intensos. Son libros apasionados, describen emociones profundas, dolorosas y violentas. Creo que los textos emocionales de los libros son los que asustan a la gente.
    
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     A lo largo de los años mujeres y hombres se me han acercado y me han impresionado con su perspicacia al leer mis libros.
    
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     No he leído los textos académicos sobre mis libros. El libro mío que más se lee en las universidades no es alguno de la trilogía de Los Ángeles, sino América (American Tabloid). Tengo amigos académicos que me dicen que soy respetado, y con eso es suficiente.
    
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     Quería escribir libros más grandes y más profundos, alejarme de Los Ángeles, la ciudad que me formó, porque me constreñía.
    
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     Voy a la iglesia, soy cristiano, sólo eso. Hablo sobre mis puntos de vista sobre la religión. No me importa lo que la gente piense.
    
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     Soy un moralista, surgí de la reforma protestante, siento que mis historias son, finalmente, historias de redención y salvación, y esto es marcadamente una cuestión cristiana l
    

     Entrevista y traducción de Víctor Ortiz Partida
 
 
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