He oído de alguien llamado Pol Pot Me persiguen por laberintos de cuchillos, cuando sueño, en estados alterados, por rincones inesperados, de manera virtual y concreta. Me persiguen tal moscas a la sopa, los viernes por la noche, de madrugada, en lecturas de poesía con sillas vacías, en mensajes de texto de circulación anónima, me persiguen en las cenas familiares, en aquello que callan, en voz baja y sin rostro, me persiguen en trenes de aire, bajo lluvia ácida, con fuego de relojes, usando máscaras amables y asesinas, me persiguen para cortarme mil veces la cabeza. No soy No tengo música en qué caerme muerto, no tengo ni siquiera muertos que no lamente, no tengo lamentos que duren porque son aburridos: a veces quisiera ahogarme en un vaso de agua, morir asfixiado con palabras que salieran de mi boca como peces que huyen. A veces no quisiera, hoy por ejemplo, más que flotar hasta salir por la ventana y desaparecer como un globo de helio entre nubes y aves extrañadas. A veces, hoy, tan sólo espero dormir, dejar de escuchar el ruido de mi cerebro, los alacranes que me rondan. No soy yo el que se levanta cada día de su rutina y mira los reflejos en la televisión apagada.
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