La reencarnación Mientras subías las altas escaleras de aquel templo, me tomaste de la mano y contaste tantas leyendas de amor, la imagen de la eterna amada Radhika apareció en lontananza a la orilla del río Yamuna, oí las dulces tonadas de flauta llegando de algún lugar. Tú pasaste el arte a mi palma, mi cabeza supo inclinarse ante el himno sagrado y con hondo gesto susurraste a mi oído: «Cualquier deseo que pidas te será concedido». Y yo cerré mis ojos, recurrí a todos mis poderes mentales y tan sólo murmuré pidiendo a mi deidad: «Si fuera posible, en la otra vida, tras ésta y en todas las que sigan, bendecidme con la intimidad de esta misma compañera». No más dicho, sonó un gong al instante, tembló con el clamor de campanas el templo, algo como una concha resonó en mi corazón. Y tú murmuraste a mis oídos: «Abre los ojos ahora». Ví ante mí la reencarnación. El encuentro con uno mismo Estoy muy inquieto hoy al reunirme conmigo mismo, mi cara se tensa con la carpa falsa de una alegría transparente, los ojos como tinteros secos de colorantes simpáticos. Las uñas de los dedos, más largas que espadas, los dientes de antropófago rechinantes. En mi seno algo como una pitón respira, algún asesino implacable por dentro grita. Mi ser real es tan cruel, tan espantoso. Antes de que los demás me vean, justo antes de ese momento me apresuro y corro a disfrzarme con la prenda de la civilización. Versiones del hindi de S. P. Ganguly.
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