Junto al rí­o / Jerry Pinto

Cuando el río corre justo por detrás del jardín de tu casa sabes quién eres y de dónde vienes. Sabes que son novecientas generaciones de estar en la cima de la pirámide las que te permiten esperar cada mañana el canto del pájaro saarkhoo —o comodemoniosseaquelellaman— para despertarte.

Cuando el río corre justo por detrás del jardín de tu hogar aprendes a reconocer el poder del agua. La dama del río-marrón no solamente fluye cerca de tu puerta. Asciende sobre el éter, invade huesos antiguos, camina sobre la madera joven con los pies mojados y rasguña vasijas de cobre con las uñas. Mordisquea el suelo, tomando una pequeña porción un año y luego otra el año próximo, enloquecida, furiosa, mujer preñada con antojo de tierra negra, que se propaga violentamente a través de la noche y que por la mañana ha hecho desaparecer un pedazo más de suelo, burlándose de los mukkadam y de los talati (1), burlándose de la concesión de siete acres de cieno, lodo y ranas que saltan de entre los dedos de los pies y nueve generaciones de superioridad.

Cuando el río corre justo por detrás del jardín de tu casa algunas cosas son fáciles. El muchacho, el sirviente, muestra el camino, arremangándose los pantalones cortos y mostrando el capullo de una flor café que suelta en el nacimiento de un riachuelo amarillo, hediondo, manchado, color topacio, en la luz de la tarde, que salpica silbando. No tiene nombre este muchacho, es El Muchacho, y es uno de muchos de los que han ido y venido en la vida de la casa. Algunos «lo hicieron bien» (con un dejo de furia ante ambiciones tan pujantes) y otros «fueron carne de cañón» (con un dejo de desdén ante tal falta de visión).

Cuando el río corre justo por detrás del jardín de la casa el heredero del sombrío chapaleo y los árboles frutales y la casa oblicua y atravesada aprende que puede arrojar las colillas de los cigarrillos en el agua (bidis cuando está quebrado). Su hermana desliza un novio nocturno en el agua. Él es un delfín, brillante en el agua café. Apenas una pequeña ola mientras escapa de la mirada del hombre de rostro lúgubre que anhela un departamento como los que tienen sus colegas de la oficina, donde todos en sociedad deben compartir los costos del mantenimiento.

Cuando el río corre justo por detrás del jardín de tu casa pueden llegar regalos. Algunos dicen que la vieja señora que todavía cocina, que muele masala en una piedra, que no usa blusas porque sus senos han abandonado hace mucho tiempo la forma de los senos, que fuma bidis acres cada noche pero no hace preguntas si algo desaparece, esa vieja señora cuyo ojo con catarata lo ha visto todo, se dice: ella fue también un regalo del río. Y una vez una maleta vino río abajo y Nuestro-Muchacho-de-Entonces se metió, balanceándose, sin saber nadar pero confiando en que su cuerpo lo haría, para arrastrarla a la orilla, y encontró en ella una lata de talco, dos corbatas y un monóculo. Se puso todo esto, dicen, y todos se rieron. No se rieron cuando murió echando espuma por la boca, dieciocho horas después. Ese muchacho de-Entonces, ¿también se orinó en el río? ¿Qué muchacho de-Cualquier-Tiempo podría resistirlo?

Cuando el río corre justo por detrás del jardín de tu casa, es bum-sap-bum-bap-bum-bob. Cara sumergida en el río. Imposible decir si es hombre o mujer, ya que los álbumes de fotografías son blancos o azules, pero en este país todos los traseros son morenos, como escribió el alguna-vez novio en el alguna-vez libro de autógrafos de la alguna-vez señorita.

Cuando el río corre justo por detrás del jardín de tu casa creces acostumbrado a los olores. El río es una olla de carne, una olla de estofado, un hasta-lo-que-no. El río exuda. El río emana. Temprano en la mañana a veces un fuerte olor a limón y a musgo en la pared. Y en verano curiosamente a las fiestas y al sabor a carne del mahua (2). Con frecuencia, sólo es putrefacción. Una turbia sopa podrida primigenia café-verdosa. Una hedionda, fría y húmeda sopa apestosa de pelo púbico no lavado, manchada de sal, con sabor a genes, tal como debe oler el adn, una hélice morena enroscándose en las ventanas, subrayándolo todo de modo que cuando se vayan, incluso al centro de la diésel-y-samosa ciudad, el aire parezca limpio. Imagina salir de tu propio bote de basura. Ah, sí, mierda. Con frecuencia a mierda. Está bien cuando es mierda de pezuña hendida, pero con frecuencia es mierda después-de-la-peda o simplemente era-mierda-de-perro-en-tu-zapato.     

Cuando el río corre justo por detrás del jardín de tu casa, te acostumbras. No a esto. A cómo se pudre la carne. El joven amo lo sabe. Lo sabe por la muerta masa informe de camino a la escuela. Tanta vida crepitante y palpitante, contoneante y reptante, agitada y excedente, sobre una muerte. Y, conocedor de malos olores, él se acercó y esperó el tufillo. Mareador, nauseabundo, exquisito, no había habido nada así desde que la joven señorita tapó el baño con sus toallas sanitarias y trató de destaparlo con agua hirviendo. Él trajo el agua, la echó en el excusado y fue recompensado con el olor a mierda hervida. Ahora la señorita tiró sus almohadillas en el río y el río se apoderó de todos esos rechazados ciclos de la vida y trajo un cuerpo a bum-sap-bum-bap-bum-bobear en la trenza café de la diosa.   

Cuando el río corre justo por detrás del jardín de tu casa sabes a quién preguntarle. M. Piel-de-puerco es el bueno. Seguramente él lo hará con los puercos. Seguramente no, pues M. Piel-de-puerco está en cama con «pleuresía», dice su hijo. Impresionante, esta noción. Impresionante que M. Piel-de-puerco pueda tener un cuerpo sujeto a enfermedades con nombres en inglés. Impresionante que este cuerpo con su carga de dolencias de nombres en inglés deba estar en cama. Y que estas noticias lleguen a la casa junto al río de los blancos dientes relucientes de un hombre que deliberadamente cierra los seguros de los grilletes del francés de su crujiente y almidonada camisa azul que está hecha para fajarse en los pantalones caqui.    

Cuando el río corre justo por detrás del jardín de tu casa aprendes que la pirámide se abre sin fin por debajo de ti. Reconoces la existencia de otras pirámides entre vasos de Horlicks antes de dormir (3). Se cree que el hijo de M. Piel-de-puerco debe estar pensando en comprar un carro. Nadie en esta casa puede pensar en eso. ¿Un sueño? Cualquiera puede soñar en estos días —risillas de matriarcas de pelo blanco— pero diligentemente, mientras cada recluso de la casa crece, rehúsan soñar en carros. Desde esta pirámide, esa pirámide luce ciertamente como un ascenso arduo y sin reservaciones, ¿quién podría pensar en escalar sus costados lisos? Pero cuando miras hacia abajo de la pirámide, qué densa y bien poblada es su base. Desde ahí, debemos escoger, dice la matriarca, dos cabezas de delfines.  

Cuando el río corre justo por detrás del jardín de tu casa sabes que lo que no haces cuando un cuerpo está bum-sap-bum-bap-bobeando en la base del jardín es llamar a la policía para que bum-sap-bum-bapeen durante tu té de la tarde. Los dos chicos se desvestirán en la orilla más lejana y en una semidesnudez aceitosa y brillante saltarán ligera y ágilmente en el agua y lanzarán una soga para atrapar el cuerpo y arrastrarlo, decente, decorosamente, y echarlo a que siga vagando en el riachuelo, lejos de nosotros, donde pueda flotar curso abajo y presentar su pobre bifurcada mortalidad en algún otro mordisqueado borde.  

Cuando el río corre justo por detrás del jardín de tu casa no supervisas la operación después de que oyes el splash gemelo, sino que simplemente pones el tapón negro en la botella de agua de colonia que viene de algún lugar cercano a la casa, porque el olor se irá pronto y comienzas a preguntarte si podrías haberla adquirido más barata deslizándote un par de niveles más abajo de la pirámide. Pero en un rato se hace evidente que el olor no se ha ido a otra parte y que los jóvenes sí se han ido a algún sitio. Con cautela, debido a que incluso él ha perdido interés en el olor, el joven amo va a revisar y encuentra el bum-sap-bum-bap-bum-bobeado cuerpo sin pie o parte del mismo.

Cuando el río corre justo por detrás del jardín de tu casa tienes una última oportunidad. Tomas el bambú con el que se arranca la fruta de las ramas más altas y lo deslizas hasta el agua y comienzas a apalancar el cuerpo lejos de la tierra. Ves cómo el pelaje de las raíces ha tirado su red sobre los restos de una vida. Te comienzas a preguntar si estás ofendiendo a un cuerpo muerto. Te comienzas a preguntar si tu renuencia a reportar la presencia de esta ausencia será mal interpretada. Te rindes y llamas a la policía.

Cuando el río corre justo por detrás del jardín de tu casa estás feliz de que haya un final aburrido. Es la sirvienta de la casa más allá de la curva del río. Tenía el mal hábito de mostrarte el dedo. A menudo salía disparada tras una borrachera para que nadie se enterara. Debió haber caído en el agua y ahogarse. No hay signos de violencia que no sean los de las bocas ansiosas de los peces y las tortugas. El ropavejero vino y se llevó casi dos docenas de botellas vacías de brandy Doctor Brand, esas botellas planas que una mujer puede meter de contrabando ocultas contra su vientre.

Cuando el río corre justo por detrás del jardín de tu casa sabes que el río también traerá sueños. Aquí está ella ahora, una serpiente cuyas escamas cafés están moteadas con el dorado sol de la tarde. Bosteza y demanda un sacrificio, todas las vírgenes a lo largo del río lloran y los hombres jóvenes palidecen. Las hermosas se causan heridas a sí mismas para no ser llevadas. Las feas calman a los bebés y lavan úlceras. Sólo una mujer se prepara, con una furia tan grande que el aguardiente calma apenas. Se desviste completamente y toda la piel revelada la hacer crecer todavía más. De su maleta toma una lata de talco y salpica su cuerpo de blanco de modo que parece una noche estrellada. Ahora se inclina junto al río y ofrece reverencias con sus labios. El agua late, a temperatura corporal, dulce y salobre. Es seducida.  

Cuando el río corre justo por detrás del jardín de tu casa aprendes a aceptar que el bum-sap-bum-bap-bum puede continuar por un rato después de que el cuerpo bum-sap-bum-guombee y los sonidos del té sorbido a plena vista de todos en la veranda del camino que muestran que no tenemos nada que esconder se hayan perdido.

Traducción del inglés de Luis Alberto Pérez Amezcua
y Luz Eugenia Aguilar González.

1   Mukkadam y talati son términos empleados para designar a quienes realizan funciones de contabilidad rural, especialmente de terrenos y propiedades comunales. (Todas las notas son de los traductores).

2   El mahua es un licor elaborado con las flores de la planta homónima (Madhuca longifolia), común en el norte y el centro de la India, que es parte de la herencia cultural del país.

3   Se trata de una bebida que llegó a la India con el ejército británico, hecha de leche de búfala, y que es símbolo de estatus entre las clases medias altas y altas.

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