Acurruco en el andén / Alejandrina Rodrí­guez

Alejandrina Rodríguez / Lic. en Letras Hispánicas-CUCSH / 2017 A

 

"Supongo que nos reímos para olvidar que somos mortales."
Woody Allen

Así como la esfera emerge por isotropía en el mundo inerte, así nacieron los trenes en los vertebrados globos oculares de un joven. Cuando bebé, fue la moneda y no sus padres quienes decidieron su nombre. Bregan Burdel siempre fue una cuestión de azar. Su insistencia porque le llamáramos Brian era exagerada. Pero ese no era el punto, si es que lo hay. Todas las mañanas podía existir una línea de observación si así quisiéramos explicarnos el comportamiento del susodicho: el andén. Lo cierto es que nunca lo veíamos y las pocas veces que llegaba a la escuela jamás tomaba la primera clase, aunque fuese la mejor del mundo. Bregan tomaba el tren para cada uno de sus destinos, pues no había otro medio de transporte en la ciudad. El engranaje de la estación siempre lo esperaba interrogante, pues aun pagado su pasaje, ni el propio Bregan sabía si tendría las agallas para abordarlo. Si el flujo de gente lo obligaba a estrellar sus mejillas en otras mejillas, él decidía sentarse a esperar el siguiente. Si las manos salían como tentáculos de las puertas, él decidía sentarse a esperar el siguiente. Si Bregan no conseguía sostener su libro y su existencia en el vagón, él decidía sentarse a leer y esperar el siguiente.
Y jamás volvió a subir.

 

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