Herví­boro / Iván Soto Camba

 

H baja la ventanilla para contarlas mejor, mientras piensa que pueden pasar otros siete años para que vuelva a ver una vaca (viva). H cree que hay cometas que atraviesan el cielo de su hemisferio en lapsos más cortos, aunque nunca ha visto uno. La última vez que se acostó sobre el cofre de un auto para admirar el cielo nocturno fue hace más de doce años, el 2 de octubre de 2006.
      H nunca ha visitado París, pero hace dos semanas vio una foto en el periódico. Parisinos protestando en las calles, vistiendo simbólicos chalecos para marcar en el calendario la última vez que H se enfrentó a ese tono de amarillo.
      La última limpieza dental de H fue hace dos años y medio (más o menos). La última vez que se cepilló los dientes fue esa misma mañana, hace tres horas y cuarenta y cinco minutos, aunque tuvo que hacerlo rápido y mal porque afuera del edificio ya sonaba el claxon de la camioneta de redilas en la que viaja ahora.
      Hace casi un año, el 7 de enero del presente, H vio un vehículo muy parecido a éste repleto de gallinas hacinadas en jaulas diminutas (hacinadas también las jaulas). Contenedores tan pequeños que las aves apenas podían pararse, pararse de verdad, con todo y que sus patas son retráctiles y apenas las separan unos centímetros del suelo. H imaginó entonces que algunas de ellas fueron metidas a cajas metálicas poco después de nacer, y que no pasó mucho tiempo para que llenaran todo su espacio, lo agotaran. H pensó que tal vez, a medida que crecían, las cambiarían a jaulas un poco más grandes en las que tampoco podrían pararse de verdad. H dedujo que habría gallinas que nunca llegarían a abrir sus alas, que ni siquiera sabrían que las tuvieron o para qué servían.
      La última vez que parpadeó H fue hace cuatro segundos. Por suerte no es el ojo de H, sino su memoria, la que organiza las formas. Asocia una con otra para dar sentido a las vacas que H redescubre sin asombrarse. H identifica que esa vaca es sólo otra vaca, la siguiente de la última que vio H (viva) hace cuatro mil trescientos ochenta giros totales de la Tierra. Cada una sólo es distinta de otra en el tiempo (el tiempo de H), porque en el espacio cada vaca puede ser la misma, dado que los herbívoros tienen la capacidad de trasladarse de un lado a otro. Como si el mundo cooperara para confirmarlo, H identifica otra vaca en otro campo, pocos minutos después de la anterior (la última vez que H vio otra vaca).
      La última vez que H regó las plantas fue ayer. Su última visita al hospital, hace dos meses. La última vez que escuchó la canción que ahora suena en el estéreo de la camioneta, el 4 de marzo de 2001.
      H ni siquiera profundiza lo suficiente, no se pregunta si la interacción irá más lejos de la memoria. Si habrá algún proceso químico, alguna modificación a nivel molecular en el cuerpo enfermo de H al ver una nueva vaca. Ya sea un efecto secundario por tanto tiempo sin ver una o una reacción a la vigente exposición prolongada de H a las vacas.
      La última vez que H participó en un retiro como éste fue por las mismas fechas, el año pasado, en el mismo centro. No es que le encantara la experiencia, pero decidió repetirla porque quedó inconforme con los resultados. En aquella ocasión, H no logró poner la mente en blanco, como indicó el coordinador. H cree que el problema es que lleva la meditación guiada demasiado lejos (o ridículamente cerca, según se vea). Esta vez le ocurre de nuevo. El coordinador propone imaginar que todo su cuerpo está primero cubierto y luego lleno de partículas de luz curativa y cálida. H vuelca su conciencia sobre H con un lente microscópico. Las partículas lumínicas de H están vivas sobre el tapete de yoga como larvas. Luces rumiantes sobre la hierba morada y sintética que se extiende hasta donde alcanza la vista al tercer ojo de H. H viaja mentalmente en el tiempo y retrocede al principio de H. Una primera partícula de H pierde su cola de renacuajo y al instante se divide en dos y luego en cuatro y ocho y doce copias perfectas. Se multiplica hasta hacer de H los millones de microorganismos que H es ahora. La multitud, el rebaño que reúne a H y le mantiene embarrado a su presente bajo la ropa cómoda que recomendaron traer al retiro.
      Las últimas palabras del coordinador que escuchó H fueron «lentamente, muy lentamente». Eso ocurrió hace cinco minutos y cuarenta y cinco segundos, que para H pasaron desapercibidos. H ya está lejos, muy lejos, tanto en términos espaciales como temporales, de tan básica premisa. Sus partículas tienen ya, cada una, conciencia independiente, identidad. Cada una es ya alguien. H está densamente poblado y examina las cosas que cada una tiene que hacer y decir. H (la memoria de H) cree que reconoce a algunas, o al menos rasgos de algunas que conoce H. Ésas en particular hacen que H piense en sus vecinos y esto lo desconcentra un poco, porque si sus rasgos están también dentro de H entonces son parte inseparable de H: personas que apenas conoce, con las que se topa a veces en las escaleras o en la calle, a las que H no asigna ninguna importancia en la vida de H. Esta revelación asusta y tranquiliza a H a la vez, mientras deja que el pensamiento se pulverice como suave arena entre los dedos separados de H, y se concentra en su respiración (en la respiración de H). 

+52 1 33 13113203 ~ Elsa A.: Buen día vecinos. En este instante hay más de 20 colillas de cigarro aquí afuera del edificio, de mi lado. Qué desagradable es vivir así, no es posible que ni para un cenicero tengan :S Por favor evitemos este tipo de acciones y tratar de vivir bien. Ya somos adultos. Buen día para todos. Soludas.
      +52 1 33 11015751 ~ Karla M.: Buen día vecinos. En el quicio de mi ventana también hay colillas de cigarros, así como bolsas de plástico que quedan atoradas muchas veces en el árbol. No hay educación y mucho menos respeto. Gracias.
      ~ Beto J.: Hola a todos. Propongo que evitemos este tipo de situaciones y quien haga estas cosas que simplemente baje a barrerlas. La sra del 1 no tiene obligación de estar limpiando, pero le gusta la limpieza y sobre todo es la entrada del edificio. Cooperemos. Lindo día. Ojalá seamos conscientes y tratar de vivir bien. Slaudos.
      ~ María K.: Estoy de acuerdo. En el estacionamiento siempre hay también muchas colillas de cigarro como si fuera un basurero, coincido con que no se vale. Qué les parece si el lunes tratamos el tema durante la reunión, porque esto ya parece epidemia.
      ~ Jorge A.: Aprovecho para avisarles que el lunes no podré asistir a la reunión. Y las colillas de afuera creo que fueron de mi cenicero, que tengo en el balcón, pero se rebosó y se cayeron. Ya bajo a barrer.
      ~ Cesar J.: Te admiro George x tu honestidad. ¡Ojalá seamos todos así! Incluyendo al que dejó las colillas en el estacionamiento.

La última vez que H se sintió así de relajado fue hace ocho semanas, cuando tomó su único baño en tina de 2018.
      H se sorprende al descubrir que es el único vegetariano de todo el retiro. Hay doce guisos para preparar tacos y sólo dos están libres de proteína animal. H lleva dos días sin comer champiñones. La última vez que H comió carne fue hace casi cuatro años, durante las navidades de 2014 (a H nunca le gustó realmente el bacalao). Es el segundo intento de H de cambiar su alimentación. La última vez que lo había intentado antes de ésta fue cuando H vio su última vaca, al visitar a sus primos en San Gabriel. Ellos lo llevaron a una casa que por fuera parecía cualquier otra casa. Por dentro, sin embargo, era como si hubieran ahuecado cualquier otra casa con una cuchara, eliminando sus paredes interiores, respetando algunas de las instalaciones originales y dejando las marcas de donde habían estado los muros. En la pared izquierda estaba la barra de una cocina, y a unos metros de ella el excusado de un baño. El centro estaba vacío, pero tenía herramientas desconocidas para él y compartimentos metálicos y llaves con mangueras. El techo estaba atravesado por vigas de las que colgaban cadenas y ganchos. La iluminación era casi inexistente, por eso no había visto los charcos que sus zapatos pisaban (más tarde H los tiraría a la basura).
      Uno de sus primos la trajo, mientras los otros dos la inmovilizaban con cadenas. Nadie le advirtió nada (H no sabía qué estaba haciendo ahí). Su tío apareció de improviso en la oscuridad, con un mazo enorme en la mano. Propinó a la vaca un golpe preciso, seco, directo entre los ojos. Sus rodillas se vencieron en el acto. H no alcanzó ni a voltear la cara para evitar salpicarse cuando uno de sus primos atravesó el cuello negro con una especie de machete y la sangre empezó a manar a borbotones. La última vez que H había visto sangre, antes de ese día, fue un lunes 14 de febrero en un charco de vómito (el primer charco de vómito mezclado con sangre de H). H lleva ya años en ello y probablemente tenga todavía muchos más; en cambio las vacas tardan horas en desangrarse y mugen lentamente, muy lentamente mientras se vuelven reses.

~ Elsa A.: Vecinos, buenas tardes. Sólo comentarles que se han encontrado papeles de baño tirados en el estacionamiento, en el lugar de la señora del 8. Por favor evitemos estas acciones y mantengamos más respeto. Les adjunto fotos de la evidencia. Salusod.

El vegetarianismo de H, después de la visita al rastro, duró aproximadamente seis meses. H no supo en qué momento menguó su determinación, cuándo olvidó la impresión del rastro. Probablemente fue algo progresivo en H. Pasaron años para que lo retomara, no por encontrar mayores argumentos sobre el sufrimiento de los animales que consume H, sino tras ver un documental en el cual se afirmaba que cincuenta y uno por ciento de la emisión de gases de efecto invernadero en el mundo procede de la cría y procesado del ganado. Una manera real, simple y tangible de contribuir a salvar el planeta de H sería dejar de comer carne. H se toma por una persona consciente y actuando en consecuencia volvió al vegetarianismo de H de tiempo completo.
      Si H cayera muerto en este instante, de camino al baño, su última palabra habría sido la interrogante «baño?» (sin signo de interrogación al principio, error que cualquier procesador de textos marcaría con un subrayado). Tal vez por eso, no por amor a la siguiente actividad programada en la agenda del día, se apresura tanto en ir a mear y volver a su vida, que no puede terminar en interrogante.
      El siguiente trance tendrá lugar en un prado delimitado por una línea punteada de madera: un viejo corral, ahora inservible, donde antes pastaba el ganado. Esta meditación es parecida a la anterior, con la variación de que los participantes se tomarán de la mano durante toda la práctica, formando una cerca humana alrededor del campo vacío (H cree que esto es una metáfora). Las manos de H reaccionan a la actividad sudando copiosamente en las manos de las dos señoras que sostienen sus manos (las manos de H). H tarda en relajarse, pero eventualmente vuelve al gris casi blanco curativo que es el interior de H:

~ Cesar J.: Buen día vecinos. Al parecer está roto el tubo del drenaje!
      ~Roberto A.: Qué barbaridad! Y en cuánto va a salir la reparación?
      ~Cesar J.: Pues lo verá el maestro, que ya viene para acá. Ahorita me dice y les aviso. Sls.
      ~Roberto A.: Ok, porque no hay de otra que repararlo.
      ~Beto J.: Estará el Sr. Héctor en su depa para que preste el dinero de la caja chica y luego lo pagamos entre todos?
      ~ Héctor T.: No estoy. Estoy en un curso.
      ~Jorge A.: Para que si lo rompió él que lo pague él jajaja.
      ~Roberto A.: Jajaja estaría bueno.
      ~ Cesar J.: Vecinos, ya está destapado el drenaje!
      ~María K.: Pues salvo su mejor opinión, debemos pagarle al señor Cesar por encargarse de todo. Nos tocaría de $100 por departamento. Cesar, cuentas con mi aportación, es lo justo porque seguramente es muy desagradable realizar este trabajo.
      ~ Cesar J.: Gracias! Y pues aunque ya se los dije otras veces, se tapa x tanto papel que tiramos al excusado, pero también en ocasiones por toallas femeninas. Si no tiráramos eso, créanme q no se taparía tan seguido.
      ~Jorge A.: Ok, enterado.
      ~ Elsa A.: Qué barbaridad! Toallas en la taza?! Aprovechando la atención quiero pedirle atentamente a la persona que seguramente por accidente tiró otra vez muchas colillas en la entrada del edificio, que sea tan amable de recogerlas. Gracias y saldudos.
      ~ Jorge A.: Ya bajo a barrerlas. Aludos.

El último cambio significativo en H no ocurrió durante el retiro, sino un día antes, cuando leyó un artículo en El País titulado: «Sí, comer carne afecta el clima, pero las vacas no están matando el planeta». Y debajo, en tipografía de menor tamaño y peso: «La renuncia a los productos cárnicos no es la panacea para el medio ambiente». El artículo afirmaba que aunque se ha popularizado la creencia de que dejar de consumir carne o reducir su consumo puede contribuir de forma importante a salvar el planeta (más que cualquier otra acción), dicha teoría proviene de un simple error de cálculo. Éste se originó en un informe publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (fao), llamado «La larga sombra del ganado: problemas ambientales y opciones». En él, la agencia concluía que el ganado hace más daño al clima que todos los tipos de transporte juntos.
      Al parecer, hubo un descuido en la metodología de la investigación, en la cual se consideraban todos los factores asociados a la producción de carne (entre ellos la elaboración de fertilizantes, la conversión de bosques en pastos, el cultivo de pienso y las emisiones provenientes de eructos y deposiciones animales). Sin embargo, las derivadas del transporte no tomaban en cuenta las mismas variables, como la fabricación de materiales y piezas de los vehículos, su ensamblaje, el mantenimiento de carreteras, puentes, aeropuertos y otras infraestructuras, entre muchos otros detalles. «Como resultado, la comparación que hizo la fao estaba completamente distorsionada». El texto, escrito por el profesor que detectó la falla, continúa diciendo: «en un acto que les honra, la fao reconoció inmediatamente su error, pero desgraciadamente la afirmación inicial ya había recibido una gran cobertura por parte de los medios». Según el autor, aunque toda la población de Estados Unidos se sumara a la práctica del lunes sin carne, la reducción final de los gases sería de tan sólo 0.5 por ciento.
      Como miles de personas en el mundo, H había reorganizado su vida, durante cuatro años, tras la creencia de estar contribuyendo a algo mucho más grande que los cincuenta y cuatro kilos que pesaba su masa sobre el destino del planeta. Quería tener impacto real en el mundo, que sabía nunca lograría con su trabajo en la asociación de colonos. La última depresión de H había iniciado también tras la lectura de un artículo en el cual se hablaba de los últimos días de Sudán, el último rinoceronte blanco macho del planeta, que iba a todos lados acompañado por una escolta de soldados cuya única misión era protegerlo de los cazadores que acabaron con el resto de su especie. La última depresión de H empezó con la muerte de Sudán ese 18 de marzo y terminó el 19 de julio. H temía estar entrando en una nueva, mucho más intensa.

 ~ Elsa A.: Buenas noches vecinos. Me dirijo a ustedes para comentarles que no sé quién está haciéndome fregaderas, ya que ayer tendí mi ropa muy temprano, debido a que por una situación personal me voy temprano al hospital y llego tarde, y hoy que fui a recogerla vi que uno de los lazos lo cortaron y por supuesto la ropa estaba en el piso. Dejé un cojín secándose y subí por él y ya no está. La verdad es muy lamentable vivir con gente capaz de hacer este tipo de cosas. Sería mejor que si traen algo personal me lo digan y punto. Estas son cosas de gente mal intencionada y corriente, en verdad estoy muy molesta. Saudos.
      ~ Carlos M.: Buen día vecinos. Qué desagradable situación y qué gente tan fea la que haya hecho esto. Si se llega a descubrir quién fue habrá consecuencia.

En esta conversación con el coordinador, H no se refiere a una vaca específica. En H no existe tal. Para ello debería tener con ella una relación, desarrollar una familiaridad que la desprenda del conjunto vaca. H no podría reconocer a la última, de hace siete años, aunque hubiera visto desangrarse (una relación en cierta medida íntima que a pesar de todo sólo volvió a esa vaca memorable en el plano sonoro). H se alegra de que no fuera realmente la última, porque cree que las vacas son animales majestuosos que deberían frecuentarse más seguido.
      Para la tercera meditación, el instructor ha invitado a cada participante a caminar por su cuenta, hasta sentir la necesidad de detenerse. H lo hace cuando llega al prado que vio antes de llegar al retiro, en medio de las vacas. Se sienta, cierra los ojos e imagina que ahora va de regreso a su departamento, después del retiro, y que el paisaje se mueve en sentido contrario.
      H siente el viento en su cara y el olor a mierda llenándolo. Deja que sus pensamientos vaguen. Toda su preocupación por el calentamiento global durante estos años ha sido nada, parte del proceso de H, darse cuenta de que H es menos importante de lo que ser H en la época que H vive le hace creer que H es.
      H teoriza que un enjambre se mueve de forma coordinada, una parvada vuela en formaciones, los humanos siguen el sistema de la fila, pero la vacada se desperdiga en el campo y se mueve como un paisaje. Cada uno de los elementos que forman su conjunto pasta donde se le antoja, camina hasta encontrar un lugar en el que le apetezca detenerse y simplemente lo hace. Si el resto de su grupo se mueve, tal vez se mueva con él, pero sin formar realmente parte. Por eso no hay vaca anterior ni siguiente, ninguna es parte de una secuencia ni una colectividad, cada vaca es todas las demás y ahí está su diferencia. H las escucha a su alrededor y presiente que, con ellas, es parte del paisaje que alguien mira pasar desde la carretera. Imagina que tiene la boca llena de hierba y el sabor le recuerda al de la carne asada (la última que probó H). H se siente pesado, muy pesado y fantasea que adquiere el peso exacto de una vaca, que con ese peso levita sobre H como una medusa gorda. Siente que cierra otros ojos dentro de sus ojos cerrados. Por primera vez, H cree que ha llegado a donde quería ir. Un lugar muy lejano de aquel en que empezó H. H percibe que algunas vacas se han acercado demasiado a él. Son varias. H no las escucha mugir, pero puede oírlas caminar y también masticar lentamente, muy lentamente, tan cerca de la cara de H que bien podrían estar masticando su oreja (la oreja de H). H visualiza que H se desangra y aprovecha para imaginar que en la sangre se van todos los pensamientos negativos, el ruido, el dolor, el cansancio. H imagina también que, bueno o malo, el día ya pasó, y que éste es el único momento que existe. H se desperdiga, desconfigurado en el instante. H medita en el significado de la frase «azotó la res» y deduce que la que azota es la res interna de H. H se pregunta cuál será la siguiente actividad del retiro, después reflexiona sobre todo lo que tendría que ocurrir para colocar a las vacas, por primera y última vez, en la cima de la cadena alimenticia. H deja que los pensamientos se vayan y vuelve a su respiración. H inhala mierda y paz hasta que sus pulmones casi revientan, luego exhala tensión, soledad, toda la infancia de H. H imagina que es el último ser humano del planeta y que las vacas lo rodean por su seguridad (H se siente cálido y protegido). H se multiplica y se divide y se substrae. H piensa que, por primera vez, no tiene ninguna importancia en medio de H y está más cómodo así, en el blanco y negro. H mastica cada vez más lento. H es acallado, al menos durante ese momento, por el sonido de la hierba que machacan los molares de H (de cualquier H): 

~ Elsa A.: Vecinos, también les comento que el chico de la basura hay ocasiones que no se lleva mi basura, porque alguien toma el dinero que le dejo bajo la bolsa de la basura. Hoy fue uno de esos días 🙁
      Lamentable, verdad? Ni hablar. Y siguen…
      Saludos.

Comparte este texto: