Conversación con Federico Garcí­a Lorca / Maria Estela Guedes

No preguntarme nada. He visto que las cosas
cuando buscan su curso encuentran su vacío.
Hay un dolor de huecos por el aire sin gente
y en mis ojos criaturas vestidas ¡sin desnudo!

Federico García Lorca, Nueva York, agosto de 1929

W Park 79th Str.

Recorrer la calle hasta el final,
A pie cruzando el Central Park.
Se observan gays abrazados por las veredas
O de diversas razas dándose la mano;
Los lagos de márgenes congelados, en este invierno de cristal fino
Crepitante cristalografía.

Indiferentes al frío, allí, donde el hielo se termina y respira el agua líquida,
A la moda patos reales, vanidosos de la charla
Vestidos con estuche de brillantes.
Turistas tiritan, bajo gorros de piel, toman fotografías.
Desnudos, los árboles, son delgados esqueletos
Trazados a bisturí, sobre una cúpula de neblina.
Deja ver, la transparencia, el busto erguido
De los elegantes rascacielos en la 6ª Avenida.
El tiempo es monstruo, sibila.
Pero, orgulloso, la bella cabeza de bronce
Erguida, una estatua enfrenta la nieve, al hielo,
Tal como enfrentó el Papado, la Realeza
Y amenazas a su vida: Giuseppe Mazzini, el gran líder del carbón.

En los dos extremos de la 79th Str.,
El agua del Hudson es inaccesible a quien camina,
Barrida por marginal ríspida, a toda la velocidad de la carrera,
Por limusinas largas
De Madonnas protegidas, detrás de vidrios oscuros.
Sí, el tiempo es gritado, cara a la ventana.
Y otros vehículos detrás de vehículos
En un hurry de workaholics, que retumban y atormentan
Los tímidos oídos.
Vuelve de nuevo a la extranjera, los pies helados
De angustia, impotentes para alcanzar el agua,
Presos en la nítida sensación de clausura.
A pesar de la libertad para los homosexuales,
Y de la libre relación interracial que ahora existe,
Como en tu tiempo, Federico,
Manhattan sigue siendo una isla.

 

Harlem

También caminé por el Harlem, Federico.
Domingo, día de misa, en la Iglesia Bautista Abisinia.
Un día de lluvias ralo, malévolo,
La interminable cola para la visita, guiada, conversada
E instruida sobre lo que se puede o no hacer
En el lugar sagrado.
Las viejas negras sobre tacones altos, Federico,
Y ellos, de sobretodo, barba recortada, pelo brillante,
Zapatos bien engrasados.
Y otras, más nuevas, bellas, las abrigas a lustrar el suelo,
De visón, chinchilla y zorra
plateada. Y ellos muy barnizados, y ellos de sombrero y todo,
El dinero exhala vapores de perfume caro,
Ganancia, ¿quién sabe?, en el Diamond District,
Allí tan cerca de las altas finanzas
Por metonimia llamada Wall Street.
Dentro, en la catedral, con dos pisos como un teatro
Y alta piscina en el altar
Cuando blancos y negros se sumergen en el bautismo,
Cantan gospell potentes voces
Y el pastor anuncia quiénes son los famosos allí presentes.
Había embajadores, Federico, y políticos importantes
Pero sólo recibo un nombre,
¡Salvando a monarquías —Prince!

Como ves, nada en este capítulo se iguala
Al que viste, aunque continúen
Asesinándose editores de películas
Que ganaron premios
Y otros mil delitos mayores y menores,
Pero nada de racismo a la vista,
Y el odio a las filas, sólo si son tantas
Para comprar boleto en el teatro, para arreglar
El lugar sentado en el café, y para pagar la cuenta,
Y para entrar en los museos,
Y para ver las exposiciones, porque, Federico,
Ahora los homosexuales hasta pueden casarse, ¡vea usted bien!
Y con una bella negra, si quisiera, también
Nadie se opondría… Pero es verdad, mi amigo,
Restan quejas del capitalismo
Y la mayor de ellas es ésta: el otro lado del esplendor
Es la aniquilación paulatina del Planeta,
El otro lado de la vida millonaria
Es gente comiendo de los cajones de la basura.

Versión del portugués de Rocío Cerón

__________
Conversa com Federico García Lorca

No preguntarme nada. He visto que las cosas
cuando buscan su curso encuentran su vacío.
Hay un dolor de huecos por el aire sin gente
y en mis ojos criaturas vestidas ¡sin desnudo!

Federico García Lorca, Nueva York, agosto 1929

W Park 79th Str.
Percorrer a rua até ao fim, / A pé atravessando o Central Park. / Vêem-se gays abraçados pelas veredas / Ou de diversa raça dando-se a mão; / Os lagos de margens congeladas, neste Inverno de vidraça fina / Crepitam cristalografia. / Indiferentes ao frio, lá, onde o gelo se esburaca e respira a água líquida, / Vogam patos reais, vaidosos do papo / Vestido com écharpe de brilhantes. / Turistas tiritantes, debaixo de gorros de pele, tiram fotografias. / Despidas, as árvores, são esguios esqueletos / Traçados a bisturi, sobre cúprea chapa de neblina. / Deixam ver, à transparência, o busto erguido / Dos elegantes arranha-céus na 6ª Avenida. / O tempo é monstro, sibila. / Porém, orgulhoso, a bela cabeça de bronze / Erguida, uma estátua enfrenta a neve, o gelo, / Tal como enfrentou o Papado, a Realeza / E ameaças à sua vida: Giuseppe Mazzini, o grande líder carbonário. // Nos dois extremos da 79th Str., / A água do Hudson é inacessível a quem caminha, / Barrada pela marginal ríspida, a toda a velocidade corrida, / Por limousines compridas / De Madonnas protegidas, atrás de vidros fuscos. / Sim, o tempo é uivo, vidra a cara. / E outros veículos atrás de veículos / Numa hurry de workaholics, que atroam e atormentam / Os tímidos ouvidos. / Volta para trás a estrangeira, os pés gelados / De angústia, impotentes para alcançar a água, / Presos à nítida sensação de clausura. / Apesar da liberdade para os homossexuais, / E da livre relação inter-racial que agora existem, / Tal como no teu tempo, Federico, / Manhattan continua a ser uma ilha.

Harlem
Também eu andei pelo Harlem, Federico. / Domingo, dia de missa, na Igreja Batista Abissínia. / O dia de chuvita rala, mal-encarado, / A interminável bicha para a visita, guiada, conversada / E instruída sobre o que se pode e não fazer / No local sagrado. / As velhas negras sobre saltos altos, Federico, / E eles, de sobretudo, barba aparada, cabelo brilhante, / Sapatos bem engraxados. / E outras, mais novas, belas, os casacos a rasar o chão, / De vison, chinchila e raposa / prateada. E eles muito envernizados, e elas de chapéu e tudo, / O dinheiro a exalar vapores de perfume caro, / Ganho, quem sabe?, no Diamond District, / Ali tão perto da alta finança / Por metonímia chamada Wall Street. / Lá dentro, na catedral, com dois pisos como um teatro / E alta piscina no altar / Onde brancos e negros mergulham para iniciático batismo, / Cantam gospell potentes vozes / E o pastor anuncia quais os famosos ali presentes. / Havia embaixadores, Federico, e políticos importantes / Porém só retive um nome, / Rescendente a monarquias — Prince! // Como vês, nada neste capítulo se iguala / Ao que viste, se bem que continuem / A assassinar-se editores de filmes / Que ganharam prémios / E outros mil delitos maiores e menores, / Mas nada de racismo à vista, / E ódio a bichas, só se forem as tantas / Para comprar bilhete no teatro, para arranjar / Lugar sentado no café, e para pagar a conta, / E para entrar nos museus, / E para ver as exposições, porque, Federico, / Agora os homossexuais até podem casar-se, vê tu bem! / E com uma bela negra, se quisesses, também / Ninguém se oporia… Mas é bem verdade, meu amigo, / Restam queixas ainda do capitalismo / E a maior delas é esta: o outro lado do esplendor / É a aniquilação paulatina do Planeta , / O outro lado da vida milionária / É pessoas comerem dos caixotes do lixo .

 

Comparte este texto: