La temporal reserva del decir, de Rodolfo Mata / Ernesto Lumbreras

 

Lacónico, raro, escéptico, difícil: cuatro adjetivos que se pueden aplicar a un libro como Temporal,de Rodolfo Mata (Ciudad de México, 1960); pero, también, estos mismos calificativos aplicados a la lectura y el análisis de otras colecciones de poemas podrían tener significados, si no diversos, sí insuficientes para exponer la particularidad de lo que cada concepto insinúa como punto de partida o superficie. ¿Cuál es, entonces, la particularidad de su laconismo, de su rareza, de su escepticismo, de su dificultad? Con el correlato de su primer libro individual, Parajes y paralajes (Aldus, 1998), y este nuevo título, se ponen nuevos elementos en la mesa y se redefinen otros, tomados y contrastados entre sus dos publicaciones. Bajo estas coordenadas, asumo, hay las condiciones para responder la pregunta planteada.
    Por supuesto, saltan a la vista la sobriedad, la concreción, la economía verbal y de recursos formales y retóricos con la que están escritos los 42 poemas que integran el volumen, divididos a su vez en cinco apartados cuyos nombres acentúan la citada poética de la contención emotiva, expresiva, tipográfica: «Lentitud», «Pausa», «Paisajes mínimos», «Litoral» e «Inventario». Lo que nombra sus poemas, o mejor dicho, lo que pretende cercar lingüísticamente con la conciencia de no lograrlo nunca del todo y sólo de manera «temporal», es apenas un atisbo de algo turbio, inconexo, a veces lacerante, en otros momentos en continuas metamorfosis. Me aventuro a creer que desde esa fundacional toma de conciencia, el arte de la reticencia, como podría estar también en Ungaretti, se manifiesta como reacción ante los espejismos de las palabras, el universo de irrealidad que abunda en esos azogues verbales y escritos. Si la distancia entre nosotros y el mundo es insuperable y sigue además ensanchándose, la lírica de estos poemas no se dilapida en exploraciones metafóricas ni en invenciones de una lengua, puesto que su cometido no es en lo absoluto aumentar el inventario de la creación; parecería, por momentos, que la poesía de Rodolfo Mata, en especial la de este libro, marcha en dirección opuesta portando una carga negativa capaz de desarticular los vínculos entre lenguaje y realidad.
    De cierto, en el párrafo anterior adelanté algunos rasgos definitorios del adjetivo «raro» aplicado a este volumen. Rodolfo Mata, además de poeta, es investigador y traductor escrupuloso de importantes y diversos escritores brasileños, de Clarice Lispector a Rubem Fonseca, de Haroldo de Campos a Paulo Leminsky, y anotador y crítico de la obra de José Juan Tablada. Entre los poetas de su generación no hay otro autor con un registro próximo o familiar al que ha moldeado y modulado Mata; sin embargo, en voces más jóvenes, pienso en Luigi Amara (Ciudad de México, 1971) o Ángel Ortuño (Guadalajara, 1969), en los que podemos localizar algunas correspondencias y afinidades: una mirada tangencial sobre objetos y hábitos nimios, un decir seco, conciso y casi siempre exento de emotividad, un sentido de la ironía a caballo entre lo cáustico y lo nihilista: véanse por ejemplo estas líneas del poema «Martini seco»: «Sumergida en cristalinas / oraciones / al fondo de la corola / de vidrio / la aceituna medita / en su salina disolución».
    Ahora bien, el escepticismo de los poemas de Temporal se enuncia en la acepción misma de la palabra que da título al libro; sí, temporal en el equivalente de provisional, de momento, horas extras mientras la catástrofe o el progreso no hacen su aquelarre final. Sin estar dotados de una intencionalidad ideológica o moral, estos poemas de Rodolfo Mata hacen un acuse de recibo del aquí y el ahora sin estridencias ni reclutamientos; desde la sottovoce de la primera persona del singular, a manera de un soliloquio áspero y crudo, con imágenes en claroscuros o vistas a través de un cristal opaco o refractario, cada poema discurre haciendo tema y variaciones del mundo presente. En la última sección del volumen, «Inventario», el poeta echa mano de un tono aforístico para subrayar sinsentidos, claudicaciones, imposturas, callejones sin salida de la vida actual.
    La dificultad para entrar a los poemas de Temporal es distinta de la que, por ejemplo, nos refiere Lezama Lima en su muy citada sentencia: «Sólo lo difícil es estimulante». Otro es su signo y la exigencia para comulgar y ser conmovidos por la poesía de Mata; en algunos poemas del libro, en la frontera de lo críptico, el lector es urgido a leer el poema «sinestésicamente», a veces, en un empalme de dos o más sentidos. El poema de inicio, «Abismal», es un contundente ejemplo de lo dicho: «Bajo el rocío del sol / el ruido del universo / no se escucha / el polvo es arena de un reloj rebelde / el humo un aroma / sin respiración».
    En un grupo generacional que está definiendo los rumbos y sentidos de la lírica mexicana, a distancia de la práctica de «llover sobre mojado» o de los parricidios poéticos, la poesía de Rodolfo Mata luce paradójicamente por su reserva (aplíquense todas las acepciones de la palabra) y su ausencia de programa y de cronologías; sus poemas y sus libros se terminan, aparecen publicados y circulan sin obedecer otra convocatoria que no sea del tiempo intrínseco de su propia creación: «Palabras en destierro / los esqueletos bailan / en su luz.».

 

Temporal, de Rodolfo Mata. Conaculta, col. Práctica Mortal, México, 2008. 

 

 

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