«Siempre que termino un manuscrito me siento vacío»: Goran Petrovi / Édgar Velasco

 

¿Cuál es la diferencia entre el mundo real y el que imaginamos, entre lo que somos y lo que creemos ser? «Creo que no he logrado contestar a esas preguntas, pero traté de hacerlo», afirma Goran Petrović. Su mirada se queda fija. Guarda silencio y rebusca una respuesta. Al fin la encuentra: «El punto de partida para este libro, y para todos en general, es la necesidad de comunicar algo». El libro en cuestión es Diferencias, escrito en 2006 y que el año pasado apareció en español bajo el sello Sexto Piso. Un volumen que, continúa Petrović, indaga precisamente en las diferencias que hay entre «el mundo en el que vivimos en realidad y el mundo en el que imaginamos que vivimos».
    Goran Petrović (Kraljevo, 1961) es uno de los escritores serbios contemporáneos más importantes. Estudiante de literatura serbia y yugoslava, su oficio literario ya le valió la obtención del premio NIN, máximo reconocimiento literario en su país natal. Pero, sobre todo, por encima de su prosa y de su oficio, Petrović es afable. Atiende atentamente todas las preguntas, clava su mirada en un punto y, en silencio, formula la respuesta; luego la entrega, dando las pausas necesarias para que la intérprete lleve sus palabras del serbio al español.

    ¿Cuál es el punto de partida para los cinco relatos que aparecen en Diferencias?
    Ahora mismo me lo pregunto. Creo que el punto de partida para este libro, y para todos en general, es la necesidad de comunicar algo. En este caso quise escribir un libro más íntimo, que tuviera un poco más de elementos autobiográficos. Quería, incluso, indagar un poco en la visión de mí mismo: cómo soy y cómo me gustaría verme, además de ver la diferencia entre el mundo en el que vivimos en la realidad y el mundo en el que imaginamos que vivimos. No he logrado contestar a esas preguntas que me he hecho, pero una de las cosas que a mí me gustan y que siempre busco es tratar. Cuando dejemos de intentar hacer las cosas, vamos a dejar de existir como civilización.

    En sus relatos hay un gran interés por los detalles. ¿Qué importancia tienen éstos en la vida diaria?
    Creo que es importante reconocer lo pequeño, porque lo grande se pone mejor precisamente desde lo pequeño. No hay comprensión del universo sin el microcosmos. Nosotros, como civilización, estamos acostumbrados a pasar por encima de los pormenores. Tal vez porque nos topamos con los detalles todo el tiempo, demasiadas veces en la vida cotidiana, y entonces perdemos la noción de su importancia. Pero la vida está compuesta de detalles.

    Para ver los detalles hay que observar, ¿Goran Petrović es un buen observador?
    No diría que me gusta observar. No me impongo la observación para descubrir algo. Simplemente algunas cosas surgen y me llaman la atención y es suficiente con anotarlas. Porque en todas esas cosas que llamamos pequeñas en realidad están ocultas cosas grandes.

    Menciona que en Diferencias buscaba un libro más intimista, un tanto autobiográfico. ¿Lo logró?
    En la medida en que yo soy un hombre bastante reservado, cerrado y un tanto introvertido, creo que lo logré. Siempre que termino un manuscrito me siento vacío. Y no sólo vacío, sino incluso arrasado hasta el fondo. ¿Por qué? La respuesta es sencilla: durante la escritura, ya sea un cuento o una novela, trato de plasmar todas las emociones que siento en ese momento. Cuando ya no siento nada, entonces sé que el manuscrito está terminado. Pero también me gusta la sensación del entretenimiento y la diversión mientras escribo. Dudo que alguien que lee una obra se divierta si el mismo escritor no se divirtió mientras escribía.

    Dice que escribe hasta vaciarse. ¿Cómo vuelve a llenarse para volver a escribir?
    Siempre hay algún evento, puede ser una cosa pequeña o algo importante. Y todo eso es como una semilla para un nuevo texto.

    En el primer relato del libro narra una historia a partir de fotos de la infancia. ¿Cómo fue confrontarse con la imágenes y luego sentarse a escribir?
    Cada elemento que aparece en ese relato es como una pizca de polvo que se te mete en el ojo y produce lágrimas. A veces, alguna de esas fotos me provocó lágrimas, en otras ocasiones me provocaba risa hasta las lágrimas. Creo que el ser humano debe llorar y reír: es sano en todos los sentidos. Y, de hecho, así empieza la vida: un bebé primero llora y sólo después ríe. A veces la vida también termina así, con una sonrisa un tanto agria y una mueca de infelicidad.

    ¿Qué lo llevó a la literatura?
    Probablemente el hecho de que no sabía hacer otra cosa. Me gustaba la idea de hacerme baterista, fotógrafo, trompetista o jugador de futbol, pero no lo supe hacer, o quizá no tenía el talento. Pero la escritura me permitió ser todas esas cosas a la vez: cambiar los ritmos como hace un baterista; traducir un sonido en algo que va a tocar y emocionar a alguien, o simplemente lo va a despertar, como si fuera un trompetista; hacer un pase bueno como lo hacen los futbolistas —aunque también hay autogoles—; jugar con la luz y retener un instante como en la fotografía —y, si coloco muchas imágenes y les doy movimiento, puedo incluso hacer cine. En breve: me hice escritor porque no pude ser otra cosa.

    Algunos autores afirman que para escribir sólo es necesario trabajar y que la inspiración no existe. Otros señalan que ésta es fundamental. ¿Qué es más importante para usted?
    Lo primero, lo segundo y lo tercero. Un escritor, sobre todo un prosista, debe tener la costumbre de trabajar. Tener un ritmo y sentarse a cierta hora del día, no hacer pausas muy grandes, ser diligente, prepararse para su manuscrito e informarse de todo lo que está relacionado con lo que quiere escribir. Esto podríamos llamarlo el aspecto técnico de la literatura. Cuando se unen todos esos elementos se establece una reacción entre ellos, que puede ser una explosión o una implosión. Y luego hay un momento en que las palabras empiezan a surgir, a multiplicarse, comienzan a decir cosas. Supongo que eso es lo que llaman inspiración. Los escritores que sólo tienen el hábito de trabajar y trabajar y trabajar por lo general son escribómanos. Por otra parte, creo que los que sólo esperan el momento de inspiración son perezosos. Como todo en la vida, se trata de encontrar la justa proporción de las cosas.

 

 

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