In memoriam / Chiapas en la vida y obra de Ví­ctor Manuel Cárdenas (1952-2017) / Javier Ramí­rez

In memoriam / Chiapas en la vida y obra de Víctor Manuel Cárdenas (1952-2017) / Javier Ramírez

Además de poeta dispuesto al diálogo sobre la escritura, y quizá por su vertiente como historiador, Víctor Manuel Cárdenas gustaba de platicar sabrosas anécdotas personales, algunas con ciertos tintes trágicos. En una ocasión, cuando llegó de visita al taller del doctor Elías Nandino, al que pertenecíamos Jorge Esquinca, Luis Alberto Navarro, Felipe de Jesús Hernández Rubio, Sergio Cordero, Luis Fernando Ortega y yo, entre otros, además de leernos algunos poemas de su Primer libro de las crónicas (Katún, 1983), nos contó algunas situaciones que vivió en Chiapas y que dieron origen a varias de sus creaciones poéticas.
      Nos narró que, recién egresado de la carrera de Historia por la unam, él y un grupo de amigos de otras disciplinas, idealistas y entusiasmados, decidieron trasladarse a Chiapas como brigadistas para trabajar con las comunidades indígenas e iniciar un cambio social revolucionario. Justo estaban allá cuando ocurrió la matanza de tzeltales en Wololchán (junio de 1980) a manos de terratenientes y miembros del ejército.
      En una de las reuniones periódicas que tenían para analizar sus avances y dificultades, la mitad del grupo llegó a la conclusión de que, para lograr un cambio radical, no había otro camino que la lucha armada. La otra mitad no estaba de acuerdo, pues en su opinión se tenía que hacer un trabajo político y social desde abajo para crear las bases que los llevaran a obtener el anhelado cambio por la vía pacífica. El primer grupo se internó en la selva y el segundo continuó su labor con las poblaciones indígenas, bajo la orientación y el respaldo del obispo de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz. Los que decidieron tomar las armas —nos contó Víctor— fueron abatidos en el primer enfrentamiento con los soldados. A los que se abstuvieron y optaron por otra ruta, los persiguió el estigma de haber sido parte del grupo identificado como subversivo.
      Los brigadistas, además de ayudar en las labores del campo y alfabetizar, tenían que enseñar a los pobladores lo que sabían, de acuerdo con su especialidad. A Víctor le preguntaron qué sabía hacer; un poco apenado, dijo que versos, poemas. Para su sorpresa, le dijeron: «Bueno, enséñanos a hacer versos». Entusiasmado, nos contaba que la experiencia fue maravillosa, única, por la gran sensibilidad de los indígenas. En varios de sus poemas hay alusiones a sus vivencias en Chiapas, sobre todo en el ya citado Primer libro de las crónicas.
      Víctor Manuel Cárdenas coordinaba un taller literario para niños en la Casa de la Cultura de Tuxtla Gutiérrez, cuyas experiencias nos compartió y utilizamos en el Taller de Literatura Infantil del entonces Departamento de Bellas Artes (dba), que impartíamos Felipe de Jesús Hernández y yo.
      Debió de haber sido en los primeros meses de 1982 cuando un grupo de amigas y amigos decidimos hacer un viaje turístico a San Cristóbal de las Casas. El doctor Nandino me dio una carta con el encargo de entregársela a Víctor Manuel Cárdenas. Mientras mis amigos paseaban, temprano abordé un autobús hacia Tuxtla para cumplir el encargo. Sabía que en el horario calculado encontraría a Víctor en la Casa de la Cultura, que dirigía el poeta Óscar Oliva. Llegué al filo del mediodía y pregunté a una secretaria por Víctor Manuel. Recelosa, me hizo varias preguntas sobre mi identidad y el motivo de mi visita. Percibí un ambiente tenso. Le dije lo de la carta de Nandino y me pidió esperar. Luego de un rato volvió y me hizo pasar a una sala donde un grupo de personas guardó silencio y me miró con expectación y desconfianza. Víctor me saludó, me presentó con los demás y le entregué la carta. De entre los presentes sólo recuerdo al escritor José Falconi. Una vez que el ambiente se distendió un poco, me explicaron que estaban preocupados porque ese día habían recibido el ultimátum del gobernador para que, en un plazo no mayor de veinticuatro horas, abandonaran el estado. El gobernador era nada menos que Juan Sabines Gutiérrez, hermano de Jaime, el famoso poeta. El obispo Samuel Ruiz les recomendó salir de inmediato y buscar protección en otros estados.
      Víctor Manuel Cárdenas regresó a su natal Colima, donde impulsó diversas iniciativas culturales, con una visión social, desde distintos cargos públicos, se casó, tuvo hijos y escribió la mayor parte de su obra poética.
      Sirva este recuerdo para honrar la memoria del poeta y, sobre todo, del amigo alegre y generoso.

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