El espacio seguro / Varios

Dulce Anahí Martínez Sánchez
Azucena Estefanía Ponce Arévalos
Fernanda Martínez Cardoso

Preparatoria 5 / 2015 B

(Basado en AHS-ASYLUM.
La asesina de Papadiamantis.
Y el poema Más abajo pisó Colón, de Sonia Manzano.)

NARRADOR: Aquel ocaso en que conoció a La Incorruptible, se dio cuenta de que ya había sufrido demasiado. Entonces, decidió que esa noche debía darle su descanso merecido y llevarla al espacio seguro.
[Nadia está sentada a la orilla del mar]
NADIA: Si hubiera tenido otro tipo de voluntad, si me hubiera resignado a cruzar los brazos cuando ya no hubo nada más que hacer…
JADULA: Comparto tu sentir. En mis noches de insomnio recuerdo los años pasados, cuando tenía que velar el sueño de aquella pequeña que sufría… Yo sabía que tenía que encontrar la manera de terminar con su sufrir. Y me carcomía el alma la idea que tenía…
NARRADOR: Jadula comenzó a recordar su infancia, su matrimonio, sus esfuerzos por mejorar su economía y así conseguir los recursos para mantener a su familia.
JADULA: Hace tiempo que ya no siento tu presencia. Dime, ¿qué es lo que quieres? ¡¿Qué es lo que quieres?!
NADIA: Ya no sé cómo llamarme a mí misma… estoy tan sola; pero ya no me importa más. Todo lo que hice, por todo lo que luché, todo tenía una razón pero ahora esa razón se ha esfumado, se ha ahogado en lo profundo de este mar. Sólo quedo yo y todas esas voces que me decían que me rindiera, que todo lo que hacía no valdría la pena. Ahora todos son recuerdos, recuerdos líquidos de lo que una vez fue y ahora ya no es.
JADULA: ¡Te he preguntado qué es lo que quieres, no lo que tienes! ¿Quién crees que soy? Sé perfectamente lo que tienes…
NADIA: ¡Cómo diablos quieres que te diga si ni siquiera yo lo sé! Eres la última persona a la que veré y me estás tratando como todos. Es mi final.
JADULA: ¿Estás diciendo qué no sabes lo que quieres?
NADIA: ¡No! ¿Y qué pretendes hacer al respecto?
NARRADOR: Jadula miró fijamente a los ojos de Nadia y se dio cuenta por fin de que era el momento de guiar sus pasos. Pero los pasos de Jadula, como un ángel de la muerte, sólo podían acercarla con un suave roce de sus labios, llevándola entre sus brazos, dejándola mecerse entre las olas del mar, de regreso al origen. De regreso a su espacio seguro.

 

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