Poemas / Marcelo D. Dí­az

Alce

Voltear un animal es una tarea que regresa el daño
en forma repetitiva, el cuerpo firme
cae mientras mirás el reflejo
de su cara en el metal de la hoja.
Hace una hora trajeron un alce
liviano conservaba las marcas del impacto
los animales en la ruta alteran el equilibrio
la vida en el campo nos transformó
en seres rumiantes con la fantasía
de usar antiparras para limpiar la sangre.
Pensás que todos podemos romper fácilmente
la órbita de las moscas
que cada uno ejecuta la misma función con su especie;
el ojo se contrae entonces el animal
embiste con su cabeza las paredes.
¿Es real la escena o la soñaste? ¿No estábamos
sacrificando otro animal? Silbás
el silencio nos encuentra atados
a un mismo cuerpo en el suelo;
nadie quiere ser sentimental.
Terminaremos siendo el anuncio
el gran miedo de las cosas que perdemos
sin darnos cuenta acurrucados
en la noche diminuta
como si estuviéramos en el comienzo de la creación
cuando todo era oscuro.

 

Nubes

Sabías que los elefantes mueren en soledad
su esqueleto perdura años
diferente de la madera
con la que construimos nuestra casa.
Las nubes con formas de animales
siempre vuelven como si fuéramos
un tesoro para desenterrar
en el futuro. ¿O es que nadie te recordará
con el paso de los años?
Pediste por algo que no querías
y te fue concedido, yo treparé
por cada rama que regalaste
antes de entrar en el río.
Confío en el error no en la búsqueda
de las correspondencias.
No sé por qué pienso en esto
si todo parece irreal, esperabas
el milagro, dos, tres segundos
hasta que una rodaja como de luz
llegó a nosotros demorada
en nuestros huesos
en plena descomposición.
El jabalí

a Marcelo Bonyuan

Acribillado, dijiste, lo carnearon por la noche
hace una semana esperaste en el cruce
a un desconocido, querías poner a prueba
la felicidad pero de inmediato
el hombre huyó entre los pastizales
dañado desde antes. En casa del ahorcado
—repetías como un mantra—
sólo se habla de la soga.
Ante lo que no tenemos el mundo representa
una tragedia, cuando trajiste el jabalí
no pensaste en la soga
sino en la persona que escapó.
Mejor sería que no existan animales
que no conocen la compasión,
la caza suelta al vacío ataduras
como las nuestras, todo lo que
procede de estas tierras muere
lo único que posibilita la vida
vale decir es que nos vamos deshaciendo
día a día en este cuerpo moribundo;
yo no sé si te será fácil andar
por los campos, nadie te dijo
no entres en la niebla
porque más allá de la niebla
el fuego apenas sostenía tu llama.

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