Los Tepetatles Entrevista con Alfonso Arau* / Armando Casas

Festival Internacional de Cine en Guadalajara

 

¿Comó nació la idea de Los Tepetatles, ese grupo de rock iconoclasta que encabezaste junto con los rockeros Marco Polo Tena y Julián Bert, así como con los pintores José Luis Cuevas y Vicente Rojo, además del escritor Carlos Monsiváis?

Fue cuando regresé de París. Empecé una gira mundial con Locuras felices, que tardó tres o cuatro años. Estuve en muchos lugares. Estuve en la Feria Mundial de Montreal y en la Feria Mundial de San Antonio, Texas, entre varios sitios más, pero ya estaba radicando otra vez en México. Y en ese lapso empecé a relacionarme más con la gente del cine. Nos reuníamos en un cafecito que se llamaba El Tirol, en la calle de Hamburgo, en lo que es ahora la Zona Rosa.

 

El lugar emblemático en donde, a finales de los años sesenta, se reunían los artistas y la intelectualidad mexicana en la Ciudad de México.

Y ahí nos reuníamos Carlos Monsiváis, Vicente Rojo, José Estrada…

 

Y José Luis Cuevas, el pintor, al que se le atribuye el nombre de Zona Rosa.

Sí, José Luis, mi amigo desde la primaria en la escuela Benito Juárez de la colonia Roma Sur. Y también caían ahí Carlos Fuentes y Gabriel García Máquez, Gabo…

 

La crème de la crème del momento.

Nos reuníamos una vez por semana y nos emborrachábamos de tristeza y de frustración porque decíamos que nuestra generación no había dado color, porque nos comparábamos con las dos generaciones anteriores de artistas: Rivera, Orozco, Siqueiros.

 

Claro. Se comparaban con los gigantes del muralismo mexicano.

También con los Revueltas, José, Rosaura, Vicente…

 

Me imagino que con Rodolfo Usigli, el gran dramaturgo mexicano.

Sí, también con Usigli. Con todos ellos.

 

Es lógico que las nuevas generaciones se comparen con las que las precedieron y, más aún, traten de romper con ellas.

Y decíamos: «Nosotros no hemos hecho nada, somos unas fachas». Y Gabo no tenía dinero en ese tiempo, todavía no había escrito Cien años de soledad. Cada uno de nosotros le pagaba su café una vez a la semana. Y José Estrada, el director de cine, al que le decíamos El Perro Estrada, porque era muy ronco y parecia que ladraba al hablar, decía: «¿Y yo por qué le tengo que pagar? Yo no le pago nada a nadie». Y años después, cuando triunfó García Márquez y era rico, le decíamos a Estrada: «¿Tú sabes quién va a ser el único cineasta mexicano que no va a poder filmar nunca una novela de García Márquez? Tú, por codo» [risas]. Y le hacíamos burla. En ese tiempo a alguien se le ocurrió, yo creo que a Cuevas porque él es el que siempre ha sido muy listo para la promoción: «¿Por qué no hacemos un movimiento como generación? Vamos a hacer algo para llamar la atención, para que nos conozcan, para que sepan quiénes somos. Por lo pronto, es un principio, para que sepan lo que hemos hecho hasta ahora, aunque sea poco, pero algo ya hemos hecho, ¿no?». Y empezamos a discutir y a alguien se le ocurrió que le pusiéramos un nombre a ese barrio donde nos reuníamos, y otro dijo: «Vamos a ponerle la Zona Roja, porque aquí está lleno de prostitutas», y otro: «¿Qué tal la Zona Rosa?», y así la bautizamos, como quien dice inventamos la Zona Rosa, y el trato fue que cada uno de nosotros iba a promover la obra de los demás, iba a promover la Zona Rosa como la guarida de nuestra generación y ese día nos volvimos a emborrachar, pero de gusto, y empezamos a ejecutar acciones que nos involucraban a todos. Y en ese momento, Míster Televisión…

 

¿Ernesto Alonso? ¿El protagonista de Ensayo de un crimen, de Buñuel?

Sí, Ernesto Alonso, Míster Televisión. Él era públicamente gay y estaba casado con un doctor. Esta pareja era la dueña de un cabaretito de alto nivel que se llamaba El Quid, que estaba en la calle de Puebla. El Quid era muy elegante, muy caro, no podías entrar sin reservar con un mes de anticipación. Y entonces, como yo venía con el prestigio de París y de la pantomima y, como tú mencionaste, la intectualidad me consideraba en otro nivel, Ernesto Alonso me ofreció hacer un show en su cabaret. Y yo le dije: «Te agradezco la distinción, pero ¿qué show quieres que haga? El lugar es muy chico y tiene muchas columnas y no hay un escenario». Él me contestó: «Haz lo que tú quieras, Alfonso. Lo que tú quieras. A ver, fírmale aquí. Te contrato por dos meses, para que hagas un show, el que tú quieras». Y firmé el contrato.

 

Ése fue el principio.

Entonces me puse de acuerdo con todos e inventamos un show que se llamaba Triunfo y aplastamiento del mundo moderno con gran riesgo de Arau y mucho ruido. Y nos pusimos Los Tepetatles.

 

Porque era una parodia de Los Beatles.

Claro. Una mezcla de la palabra náhuatl tepetatl con Los Beatles. Y empezamos a ensayar. Yo me puse una peluca e inventé una guitarra que tenia dos brazos o mástiles…

 

Como la de Los Beatles.

Sí, pero la mía se tocaba con tres manos en lugar de con dos [risas]. Y conjunté una banda que dirigía Julian Bert y la completaban Los Rebeldes del Rock, de Polo Tena y sus hermanos y Marcos Lizama. Grabamos un lp con doce canciones originales de rock en español, entre ellas «Tlálocman» y «Teotihuacán a Go-Go», que una generación después originaron al grupo Botellita de Jerez, y en la siguiente generación a los grupos Caifanes, Maldita Vecindad y Café Tacvba.

 

Sí, ustedes pueden considerarse los padres del guacarrock de Botellita de Jerez. Cosa curiosa, tú eres el padre más allá del sentido putativo. El grupo Botellita de Jerez estaba formado por Francisco Barrios «El Mastuerzo», Armando Vega-Gil y Sergio Arau, tu hijo.

Las canciones tenían letra de Monsiváis. Cuevas y Vicente Rojo diseñaron los carteles y la portada del disco. Nos divertimos horrores. Creamos un show de vanguardia que incorporó la tecnología por primera vez en un cabaret. Pusimos un televisor pequeño en cada mesa e instalamos un circuito cerrado de video, de tal manera que el público veía el show en vivo y en la televisión se generaba un programa musical simultáneo.

 

Era muy vanguardista en ese momento.

Debutamos. Y cuando Ernesto Alonso y su doctor vieron el show se escandalizaron. Ellos esperaban un Locuras felices clásico en lugar de este «ruidero». Cuando oyeron nuestra parodia de los Rolling Stones, «I Can’t Get no Revolution», se levantaron y se fueron indignados y decepcionados a su casa de Cuernavaca. Al principio, el público habitual del Quid también se descontroló, pero a partir de la segunda semana el lugar estaba repleto y los meseros hicieron una fortuna en propinas. Podríamos haber seguido con el cabaret lleno por tiempo indefinido, pero a los dos meses el contrato expiró y nos corrieron con cajas destempladas, para desgracia de los meseros del Quid y de mucha gente que se quedó sin ver nuestro show. El disco de Los Tepetatles es de culto, muy escaso, y se cotiza en más de cinco mil pesos cuando alguien lo localiza.

 

Sí, es muy difícil conseguirlo, es para coleccionistas. Este show fue también un parteaguas. Hace unos meses se hizo una exposición en el Museo del Estanquillo, en el Centro Histórico, sobre Vicente Rojo y Carlos Monsiváis. Había toda una sección con muchas fotos y exhibían y tocaban el disco de Los Tepetatles.

Sí, el show trascendió. ¿Oíste la canción «Zona Rosa», con letra de Monsiváis?

 

Sí, era una parodia de «Nocturno a Rosario», de Manuel Acuña.

Carlos Monsiváis bromeaba y decía que él creyó que era su letra: «Pues bien, yo necesito decirte que te quiero, decirte que te adoro con todo el corazón…». Pero luego aclaraba que el estribillo sí era de él: «Llora, mi vate, llora de amor…» [risas]. Fue un show memorable. Que nos recuerda que, al fin de cuentas, nuestra generación no andaba tan mal…

 

Totalmente de acuerdo. Se te puede ver cantando este estribillo en la película Jóvenes de la Zona Rosa, de Alfredo Zacarías.

Yo creo que Gabo y José Estrada se estan tomando ahora un café gratis en la onceava dimensión y disfrutando las enseñanzas que Hugo Chávez le está dando a Jesucristo [risas].

 

 

The Tepetatles

 

Ahhhh! Ah! Ah! Ah! 
Chunta, chunta, chunta, chunta 
chunta, chunta, chunta, chunta, chun. 

Muérete silencio, lárgate murmullo 
despierta voz baja, hasta luego arrullo, 
sólo una consigna queremos tener, 
poco nos importa el ser o no ser. 

Déjanos tristeza, caras largas no, 
una cara tiesa y me aburro yo, 
que nadie nos opine respecto al destino, 
que nuestro alarido resulte asesino. 
Que ante nuestro grito los Beatles parezcan 
monjas encerradas que en silencio rezan. 

Y Los Tepetatles han llegado ya, 
quien los ensordezca es que sordo está 
chunta, chunta, chunta, chunta, chunta, chun. 

Y Los Tepetatles han llegado ya, 
(¡¡Los Tepetatles!!), 
quien los ensordezca es que sordo está 
(¡¡Los Tepetatles!!). 

Aaaaauuuuu!!!! Ah! Ah! Ah! Ah! 
Chunta, chunta, chunta, chunta 
chunta, chunta, chunta, chunta, chun. 
Ra! Ra!

 

 

Tlálocman

 

De día muy temprano tengo que checar; 
de noche me transformo en El Tlálocman. 
Me sobran superpoderes, tambien me sobra debilidad; 
de noche mi supervista te puede, nena, radiografiar. 
Me dicen Gutierritos los que no saben que soy Tlálocman. 

He combatido a los villanos 
que del espacio suelen llegar, 
pero mi suegra me quiso regañar 
por haragán.

De día muy temprano tengo que checar; 
de noche me transformo en El Tlálocman. 
Me sobran superpoderes, también me sobra debilidad, 
y con mi supermano hoy la quincena voy a pagar: 
de mañana cajero, de noche, baby soy El Tlálocman. 

Soy rete man, man, man, man, 
muy, muy, man, casquita man, 
man, man, man, 
soy El Tlálocman. 

Yo tengo una doble personalidad. 
Soy tímido, pero puedo amarte de verdad. 
Soy tímido y de noche soy El Tlálocman, 
soy Tlálocman…

 

 

Zona Rosa

 

Es la Zona Rosa una bella cosa 
para quien la vida debe ser vivida. 
Arrivederci, desde Valenciaga 
hasta Macazaga muévete gordita, 
quieres Dolce Vita, yes indie.

Niza y Hamburgo con paragüas de Cherburgo, 
Génova, Londres, Reforma, la elegancia 
se transforma 
Oui trepia, chéri pia.

Es la Zona Rosa una bella cosa 
para estar a gusto observando un busto, 
es la zona de arte y de buen gusto, 
Oui.

 

 

El último romántico

 

Cuando a mitad, de un rock’n’roll 
recuerdo el sol, bañando tu figura, 
cuando en un baile, desenfrenado 
yo te he mirado, inaccesible y pura 

cuando en el ruido, que me devora 
hora tras hora siento tu prescencia 
trato de ser cruel y moderno, 
pero es mi infierno 
ser el último romántico. 

Quisiera poder decirte 
esas palabras que ya nadie usa, 
como «¿Quieres, linda, ser mi novia? 
¿Quieres, linda, ser mi novia? 
¿Quieres, aurora, iluminar mi ser?».

Cuando sonríes, tan distraída, 
siento mi vida cerca de tu aliento; 
cuando me besas yo me ilumino 
y me imagino en el firmamento. 

Y cuando miro atardecer 
quisiera ser del tiempo de los valses. 
Yo quiero ser cruel y moderno 
pero es mi infierno 
ser el último 
el último 
el último romántico.

 


* Fragmento del libro Alfonso Arau. Así es la vida (vals para piano). Conversaciones con Armando Casas.

 

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