Sin titulo / Danna Fabiola Hernández Bautista

Preparatoria Regional de Tala, 2014 B

El sonido ensordecedor de las cigarras se comienza a escuchar; la penumbra de la noche avanza lentamente, ocultando así lo que el día ha dejado. En el bosque, los espíritus dormidos comienza a despertar; cada sonido que escuchas te hace dudar de dar un paso más. Se puede percibir la risa de mis amigos, la luz y el calor que se desprende de la fogata que han hecho para alejar a cualquier alimaña que pueda estar observándolos.
     En un lugar oscuro me encuentras. Capto algo raro en aquel sitio. No es el bosque, es una presencia que me hace compañía y que no puedo identificar. El tiempo pasa, unos niños aparecen frente a mí con una caja musical de la cual emana una canción perturbadora para ellos. Sólo uno se me acerca y me da un dulce. Sin temor alguno lo llevo a mi boca.
     Mis ojos se abren; una ligera sombra de alguien o algo se puede ver. El dulce se mueve en mi boca y poco a poco baja por mi garganta. El peso que se sentía en mi cuerpo desaparece y comienza a sentir odio. El cuello me pica, me rasco y comienzo a sentir un líquido caliente. Salgo a la luz de la fogata. Me doy cuenta de que es sangre espesa y oscura, por lógica pienso que es una broma.
     Me pongo ropa abrigadora. Los demás se encuentran despiertos y decidimos dar un pequeño paseo con una linterna. No pensamos alejarnos mucho, pero hay algo inquietante, un par de ojos nos vigilan. Sin darnos cuenta nos adentramos más y más al bosque. Vemos una pequeña cabaña a lo lejos. Al entrar en ella, la puerta se cierra de golpe y se encienden unas velas que dibujan un pentagrama en el suelo. En el centro de la figura hay un agujero, algo se asoma de él. Sopla algo aire que apaga las velas, pero enseguida se vuelven a encender.   En un instante, una niña con la ropa algo destrozada se encuentra sentada en el piso. Ya casi no tiene cabello y sus manos están manchadas con sangre. En cuanto la veo, la picazón vuelve a mí, el cuello me sangra y al rascarme me produzco una herida profunda de la cual salen gusanos pequeños.
     La niña nos mira. Intentamos salir, pero la puerta está atorada. Uno se encuentra muy cerca de ella, quien lo mira y sonriendo mueve su cabeza. Desaparece y reaparece detrás de él, atravesando su cuerpo con la mano. Él cae de rodillas y nos mira, pero no podemos hacer nada más que salir corriendo de allí. Yo tropiezo con la raíz de un árbol y quedo inconsciente.
     Despierto en la casa de campaña con la misma ropa ensangrentada. A mi lado se encuentra un hacha y varias alimañas que dormían conmigo. Mi cuello no tiene herida alguna, mis amigos ya no están y algo dentro de mí me dice que no soy yo.

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