Anestesia / Abi Valeria López Pacheco

Preparatoria 14, 2014 B

El dentista tenía sus dos manos dentro de mi boca, estaba a punto de terminar la cirugía de extracción de muelas. Acababa de salir de la universidad, era el día que salía más tarde, por lo que eran alrededor de las 8:30 p.m. cuando llegué al consultorio. Era la última cita del dentista. Apenas sentía mi boca cuando dijo:
     —Me tengo que ir pronto, me surgió un compromiso. Dile a mi asistente que se encargue de citarte.
     La anestesia corría por toda mi cara y no le pude contestar, sólo asentí con un movimiento de cabeza. Salí del quirófano y el doctor ya estaba echándose en reversa para irse. Traté de localizar a la asistente que parecía inexistente y, en mi último intento por hablarle, salió de una habitación que no había notado. Le hablé para informarle de mi cita y contarle mi disgusto.
     —Creí que ya se había ido —le dije cuando ella me miraba fijamente a los ojos. Sólo me respondió.
     —Ya me fui desde hace mucho tiempo.
     Horrorizado por su respuesta, vi cómo se metía nuevamente a aquella habitación en la que ella parecía desvanecerse con el viento que entraba por la ventana. De repente se fue la luz y regresó en un instante. Yo estaba acostado, el dentista tenía sus dos manos dentro de mi boca, no la sentía a causa de la anestesia y el doctor me dijo:
     —Ocasionalmente esta anestesia hace dormir a mis pacientes. Por cierto, me tengo que ir pronto, me surgió un compromiso. Dile a mi asistente que se encargue de citarte.

 

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